Las preguntas disparadoras del libro nos suenan familiares a la mayoría de los docentes y seguramente las hemos formulado repetidas veces y en diversos ámbitos: ¿por qué los estudiantes no participan en clase y leen tan poco de la bibliografía de las materias?, ¿por qué no incorporan los conceptos que “tan claramente” desarrollamos en nuestras clases?, ¿por qué al escribir muestran haber comprendido mal las consignas? Las respuestas que nos propone la autora, lejos de encontrarse en los lugares en los que suponíamos, nos devuelven a los docentes y a las instituciones universitarias en primer lugar, parte de la responsabilidad por la reproducción ad-infinitum de este tipo de preocupaciones.
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