A principios de la década de 1970, Michel Serres explora el concepto de traducción. En Hermès III. La traduction, Serres, con su capacidad para concebir nexos entre disciplinas y épocas, sostiene que la traducción es la operación básica en el ámbito de los textos. En ese libro denso y por momentos hermético, Serres afirma que hay cuatro operaciones básicas en los procesos de conocimiento: la deducción en el ámbito lógico-matemático, la inducción en el de las ciencias empíricas, la producción en el de la técnica y la traducción en el de los textos. “Sólo hay filosofía de la -ductio”. Serres define la traducción como toda transformación que conlleva cierto grado de invariancia. Sostiene que la ciencia consiste en el conjunto de los mensajes invariantes en toda situación óptima de traducción; cuando no se alcanza este máximo, se está ante alguna de las demás áreas culturales. La traducción atravesaría, pues, los campos más diversos, desde el saber científico y su historia hasta las artes, pasando por la filosofía. De ahí el interés de estudiar la operación de traducir, no en abstracto, sino a través de las transformaciones concretas que produce (Serres 1974: 11).
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