Galicia, tierra de emigración, fue en la segunda mitad del XVIII región de oportunidades para un puñado de personan procedentes de otros países. Aun numéricamente poco imponantes -poco más de 700 en 1791, fecha en la que parece se dio la cifra más elevadafranceses, ponugueses, italianos, alemanes y en menor medida ingleses, irlandeses, flamencos, etc, se fueron instalando en el territorio gallego, preferentemente en sus ciudades más pobladas -Ferrol, A Coruña, Santiago y Vigo-. Relativamente cualificados, podían aprovechar las oportunidades que se les presentaban en sectores como el comercial, favorecido en el caso gallego por la apertura del mercado americano y por el nuevo papel otorgado por la corona a nócleos como A Coruña o Ferrol. Al amparo del crecimiento urbano y de la demanda generada por la construcción naval y por el ejército, se desarrollaron otras actividades como la herrería, la industria harinera o la del calzado en las que los inmigrantes tuvieron una presencia importante. Fuera de éstas, el abanico de ocupaciones desempeñadas por los extranjeros fue muy amplio, aharcando todos los sectores, incluido el primario con presencia casi exclusiva de portugueses. Todo apunta a que los extranjeros no se encontraron con actitudes de rechazo por parte de la pohíación gallega el indicio es el elevado porcentaje de matrimonios con españolas, mejor superior al observado en otras zonas del país.
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