Si hay algo que tenemos en común todos los seres humanos es que nuestro trayecto vital transcurre entre dos momentos únicos: nuestro nacimiento y nuestra muerte. Sin embargo, la representación social de estas dos circunstancias vitales ha tenido un desarrollo absolutamente desigual. Mientras que la muerte es, probablemente, uno de los acontecimientos de la vida sobre los que más se ha escrito, pintado, rodado, hablado…, el nacimiento ha permanecido casi en la oscuridad, aun cuando uno de sus sinónimos sea «dar a luz» [Fragmento de texto].
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