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La buena vida: visita guiada a las casas de la modernidad

Imagen de portada del libro La buena vida

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Índice




  • Contenidos:


    -Nota preliminar

    -La casa de Zaratustra

    -Heidegger en su refugio: la casa existencialista

    -La máquina de habitar de Jaques Tati: la casa positivista

    -Picasso de vacaciones: la casa fenomenológica

    -Warhol at the Factory: de las comunas freudomarxista al loft neoyorquino

    -Cabañas, parásitos y nómadas: la deconstrucción de la casa

    -"A bigger splash": la casa del pragmatismo

    -Epílogo

    -Agradecimientos

    -Nota bibliográfica

    -Créditos fotográficos


Descripción principal

  • La buena vida propone al lector visitar siete casas fantásticas creadas a lo largo del siglo XX, en otras siete jornadas o capítulos, despojando su mirada de códigos y prejuicios profesionales: un recorrido que niega la modernidad como experiencia triunfante del positivismo y recupera la pluralidad radical del siglo. No se trata de un manual de arquitectura doméstica, ni tiene la ambición de dar instrucciones sobre qué hacer. Su objetivo es alertar y contribuir a una mayor conciencia de los vínculos entre las formas de pensar, de ver el mundo, los modos de vida y las técnicas proyectuales; que éstas no son neutrales sino que limitan y contienen en sí mismas la capacidad de maniobra crítica de nuestro trabajo.

Extracto del libro

  • Este libro quiere por tanto relatar que hay otras formas completas de pensar y vivir la casa que implican técnicas proyectuales bien distintas y que sin duda dan por resultado espacios domésticos que se alejan, en mayor o menor medida, de los que aún hoy tienen prestigio entre muchos profesionales. No se trata de un manual de arquitectura doméstica, ni tiene la ambición de dar instrucciones sobre qué hacer. Carece de una finalidad práctica inmediata; su objetivo es alertar y contribuir a una mayor conciencia de los vínculos entre las formas de pensar, de ver el mundo, los modos de vida y las técnicas proyectuales; que éstas no son neutrales sino que limitan y contienen en sí mismas la capacidad de maniobra crítica de nuestro trabajo.



    La técnica expositiva escogida ha sido la de las visitas guiadas a un pequeño grupo de viviendas, reales o imaginarias, con las que se compone un panorama descriptivo de lo que el siglo XX ha sido capaz de dejarnos en herencia. Cada capítulo está dedicado a visitar las idealizaciones de la casa, del ámbito de la privacidad llevadas a cabo por los diferentes modos que ha ido adoptando el pensamiento contemporáneo.



    La visita no es ni siquiera una estancia breve, pero quien tenga ojos y fantasía suficiente bien puede hacerse una idea precisa, tomar nota, como se dice en el lenguaje coloquial. Como sucede a menudo al hacer tales visitas en la realidad, son bienvenidas a estas páginas todas aquellas personas que sin una formación específica arquitectónica, tengan un interés o simplemente curiosidad por conocer estos arquetipos cuya pretensión es describir un siglo de trabajos en torno a la vivienda, posiblemente aquél en el que los arquitectos han dedicado más tiempo y energía a este tema.



    Se ha intentado utilizar un lenguaje no especializado y, sobre todo, unas referencias que pertenecen más al ámbito de la cultura que al estrictamente disciplinar, Para estas personas, y también para muchos arquitectos, el libro no será una reflexión sobre las técnicas proyectuales sino sobre la forma de vivir, de apropiarse del espacio privado y por extensión, del espacio público: una reflexión sobre la buena vida, sobre la cultura doméstica contemporánea.



    Pero las visitas a casas privadas, una práctica tan habitual entre arquitectos y estudiantes, tienen además una virtud que las hace particularmente interesantes como forma retórica a emplear, AI realizarlas los arquitectos pierden en gran medida los prejuicios a los que su formación en el despacho y en las escuelas les vuelca, AI visitar las casas el arquitecto se hace usuario, las piensa a través del ojo del habitante y adquiere así una actitud más próxima a la de cualquier persona: pierde esa coraza que otorga el dominio de una disciplina, vencido por la fuerza misma de la experiencia real de la casa, de lo doméstico y de la vida que ella contiene.



    Y esa es la actitud, la predisposición, que aquí se ha intentado inducir o provocar a través de esta forma literaria, en la certeza de que sólo desde la desprofesionalización de la mirada podemos aprender a observar con nuestros propios ojos, podemos aprender a mirar aquello que realmente queremos ver.



    Para lograrlo es necesario realizar una reducción, una simplificación, consistente en hacer visibles una serie de arquetipos a través de definirlos por sus rasgos más acusados. Como sucede con las caricaturas, pues no es otra cosa un arquetipo, al destacar ciertos aspectos se aleja uno de la realidad; es la distancia que separa un rostro de su caricatura. Esto quiere decir que no hay una casa existencial o fenomenológica, sino que la realidad es más compleja y llena de matices y en ellos está toda la fuerza y la vida de las cosas.



    Que no hay un método estrictamente pragmático por ejemplo; tal pretensión llevada al extremo puede derivar en un absurdo delirante. Los arquetipos que vamos a visitar son casas en buena medida imaginarias, construidas manipulando distintas referencias; incluso cuando se ha considerado inevitable introducir obras construidas y dotar de cierta consistencia a las ideas éstas se han tratado más como fragmentos de un collage que como ejemplos completos. Por ello debe advertirse al lector que no encontrará en las páginas que siguen ninguna de las obras maestras construidas por los arquitectos modernos: ni la villa Savoye, ni la casa de la Cascada o la villa Tugendhat tienen nada que ver con un arquetipo, con algo que pudiese siquiera fragmentarse para un fin didáctico. Es precisamente su complejidad lo que debe rescatarse si se desea aproximarse a ellas con un cierto rigor. Como queda dicho anteriormente son otros los motivos y los objetivos de este ensayo.



    Debe advertirse también que el orden por el que los distintos arquetipos aparecen en este texto y el número de ellos no ha sido guiado por una lógica académica, como podría ser su ordenamiento cronológico o en relación a aspectos dimensionales, por ejemplo, sino reproduciendo la forma en la que se han ido encadenando y haciendo necesarios uno al otro en la imaginación del autor, de modo que mantienen un orden real, -cada capítulo presupone los anteriores-, pero subjetivo, como lo es también el tono o el punto de vista con el que se describen las casas visitadas. Por ello se ha situado la visita a la casa positivista, la casa del movimiento moderno contra la cual los restantes modelos en gran medida se han construido, en una posición aparentemente extravagante, en el tercer capítulo, pues ha parecido que condenarla a ser una más dentro de un conjunto reforzaba la hipótesis de partida del texto, que es precisamente esa y, además, respetaba el modo expositivo elegido, la sujeción al orden de apetencia o necesidad con el que estas casas imaginarias se han ido construyendo a sí mismas. Sobre el número de ellas, siete, y lo que implica de exclusión de tantas otras formas de pensamiento como el siglo xx dio, sólo puede decirse que ha parecido el adecuado; -al fin y al cabo se trata de un número asociado a la construcción de totalidades- y bueno es que otras ideas y actitudes que cada cual considere interesantes reciban desarrollos ulteriores.



    Las casas aquí tipificadas no componen una taxonomía que tuviera su terreno de aplicación restringido exclusivamente al ámbito de lo doméstico. Como tales arquetipos lo son también de una forma de pensar las relaciones entre lo público y lo privado y, a su través, el ámbito mismo de la ciudad. En ese sentido nada hay de inocente en las ambiciones que han animado a escribir este libro, aunque se ha pretendido tan sólo tocar este tema, apuntar estos vínculos y dejar su desarrollo a la imaginación del lector. De hecho todo el texto pretende discurrir con un ritmo relativamente rápido y si se quiere ligero, en la convicción de que los mejores libros de arquitectura son aquellos que podemos hacer nuestros y desarrollarlos en direcciones imprevisibles.



    Este texto quiere, por último, responder a numerosos intentos recientes de reanimar el debate en torno a la vivienda basados en el idealismo social y los métodos de investigación planimétrica propios de la modernidad, intentos en buena medida ingenuos, atrapados en la jaula ideológica que pretenden superar. La buena vida quiere contribuir a deshacer la consistencia de esa jaula, como un primer paso necesario para adquirir una perspectiva más vinculada a nuestro tiempo, con sus conflictos e idealizaciones. Y pretende hacerlo confiando en abrir la mirada a otras disciplinas y dejar a la imaginación y a la experiencia hacer su trabajo para alcanzar una relativa sabiduría, una posición propia, Alejandro de la Sota, en una larga conversación que mantuvimos antes de su muerte, concluyó con una recomendación clarísima: para disfrutar de la arquitectura hay que viajar con la imaginación, hay que volar con la fantasía.



    Este ensayo -cuyos errores e incompetencias pueden atribuirse exclusivamente a su autor- pretende ser una invitación a viajar con la fantasía no sólo para celebrar la diversidad de las casas del siglo XX sino también para estimular el placer de proyectar y habitar intensamente: para impulsar la aparición de esa casa que aún no existe.


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