Pocos personajes tan insólitos en la historia de la literatura como BARTLEBY EL ESCRIBIENTE y también pocos relatos más sugerentes que aquel al que da nombre. Marcada por una lógica propia cuyas consecuencias lleva con obstinación hasta el final y que se encarna en una suerte de resistencia pasiva, la singularidad del protagonista es, por otra parte, irreductible. Estableciendo un paralelismo entre él y otro de los grandes personajes de HERMAN MELVILLE (1819-1891) -el capitán Ahab de «Moby Dick»-, Jorge Luis Borges habla, en su prólogo al relato, de la locura de sus protagonistas y de «la increíble circunstancia de que contagian esa locura a cuantos los rodean», mas concluye: «Pese a la sombra que proyectan, pese a los personajes concretos que los rodean, están solos». Y, en efecto, Bartleby encarna la impenetrable individualidad que anticipa la soledad del hombre moderno, aquel del que, como apunta el narrador de la historia, «nada es indagable».
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