Ha sido reseñado en:
La defensa de la filosofía frente a Heidegger: Emmanuel Faye: Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía. En torno a los seminarios inéditos de 1933-1935. Traducción de Óscar Moro Abadía. Akal. Madrid, 2009. 576 páginas
Astrolabio: revista internacional de filosofía, ISSN-e 1699-7549, Nº. 10, 2010, págs. 105-110
Revista de libros, ISSN 1137-2249, ISSN-e 2445-2483, Nº. 168, 2010, págs. 24-26
La autodisolución de la filosofía: Heidegger y la ontologían del nazismo. M. Heidegger, La introducción del nazismo en la filosofía: Akal, Madrid, 2009, 574 págs.
Laguna: Revista de Filosofía, ISSN 1132-8177, Nº 26, 2010, págs. 152-154
Numerosos documentos inéditos o no traducidos hasta el momento demuestran hasta qué punto Heidegger se consagró a introducir los fundamentos del nazismo en la filosofía y en su propia enseñanza. Por ejemplo, en su seminario hitleriano del invierno de 1933-1934, Heidegger identificó al pueblo con la comunidad de la raza e intentó constituir una nueva nobleza para el Tercer Reich, exaltando el eros del pueblo por su Führer. Además, y al contrario de lo que se ha venido sosteniendo hasta ahora, el nazismo de Heidegger no sólo no se atenuó después de 1935 sino que se radicalizó; así, en junio de 1940, Heidegger definió la motorización de la Wehrmacht como un «acto metafísico» y, en 1941, calificó la selección racial como «metafísicamente necesaria». Por otro lado, tampoco conviene olvidar que tras la derrota del nazismo, las ideas heideggerianas sobre el nacionalsocialismo y los campos de exterminio alimentaron discursos revisionistas y negacionistas. Combinando la reflexión filosófica con la investigación histórica, Emmanuel Faye muestra cómo las relaciones de Heidegger con el nacionalsocialismo no pueden reducirse al desvarío pasajero de un hombre cuya obra merece admiración y respeto. Participando directamente en la elaboración de la doctrina hitleriana y postulándose como «guía espiritual» del nazismo, Heidegger no sólo no enriqueció la filosofía sino que la utilizó para destruir la posibilidad misma de todo pensamiento, de todo humanismo. Por este motivo, la tarea más urgente del filósofo debe ser impedir esa empresa de destrucción.
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