Ha sido reseñado en:
“Teología Política Imperial y comunidad de salvación cristiana”, de VILLACAÑAS, José Luis.
Relectiones: Revista interdisciplinar de filosofía y humanidades, ISSN 2386-2912, Nº. 3, 2016, págs. 153-156
Yuchen Zhang (res.)
Revista de Hispanismo Filosófico, ISSN 1136-8071, Nº. 22, 2017, págs. 373-375
Antonio De Murcia Conesa (res.)
Argumenta Philosophica: revista de la Encyclopedia Herder, ISSN 2462-4993, Nº. 1, 2017, págs. 118-122
Este libro retoma el litigio de la teología política y hace de ella el fiel acompañante de la ideología de la revolución imperial romana. Aborda así la continua y reversible mimesis retórica entre ámbitos políticos y religiosos. Pero este problema, tratado por Schmitt, Agamben, Taubes, Löwith o Blumenberg, y centrado en la querella de la secularización, no es el fundamental. Lo decisivo reside en que esa reversibilidad retórica y esa mimesis recíproca y permanente, síntoma de que ambas esferas comparten un único dispositivo de poder, presenta una asimetría irreductible, según el arsenal retórico provenga de sus portadores teológicos o imperiales. La comunidad de argumentos de legitimidad —basados en la forma patrimonial, ya sea imperial o teológica trinitaria— y la tensión asimétrica producida por el sujeto diferente de enunciación generarán un dinamismo histórico no cancelable. Esa tensión interna expone la lógica de un dispositivo caracterizado por la división de poderes.
La indagación de la genealogía de este dispositivo muestra el fracaso de la teología política imperial tras la irrupción de la comunidad de salvación cristiana, pues en Occidente el imperio político nunca podrá evitar quedar situado en el margen de un resto profano insuperable y, por ello mismo, expuesto a la crítica. Por mucho que el orden político imperial se viera como necesario, no pudo competir con una institución eclesial que, en la medida en que prometía la deificación común al género humano, acabó por ser ella misma deificada. De este modo, el cruce de estas dos instituciones necesarias fue entregado a la contingencia de las luchas históricas irreductibles. Este hecho explica la naturaleza frágil, móvil, dualista, evolutiva y competitiva del orden occidental, su fragilidad normativa, su legitimidad carente de fundamento unitario y, con ello, su dimensión histórica, única en la evolución de los órdenes humanos.
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