Ha sido reseñado en:
Inmaculada Arias de Saavedra Alías
Chronica nova: Revista de historia moderna de la Universidad de Granada, ISSN 0210-9611, Nº 39, 2013, págs. 367-370
Cuadernos de Historia Moderna, ISSN-e 1988-2475, ISSN 0214-4018, Nº 39, 2014, págs. 316-318
Fernando Durán López (res.)
Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, ISSN 2173-0687, Nº 20, 2014, págs. 327-333
Tiempos modernos: Revista Electrónica de Historia Moderna, ISSN-e 1699-7778, Vol. 8, Nº. 28, 2014, 4 págs.
Patriotas y afrancesados, liberales y serviles, isabelinos y carlistas... Una parte considerable de la clase política que integró los diferentes bandos de la compleja primera mitad del siglo XIX español había madurado trabajando fielmente al servicio de Carlos IV e incluso de su padre Carlos III, otros muchos se habían formado en las universidades absolutistas. Respaldada por la propia monarquía, la élite administrativa e intelectual de la España de finales del XVIII y principios del XIX honraba ya a sus héroes, amaba a su patria y se sentía parte de una nación, si bien tutelada por la Corona. La extensión, además, de conceptos como la ciudadanía, el mérito y la amistad venían socavando los tradicionales valores del Antiguo Régimen para establecer vínculos horizontales entre los servidores del bien común. Personajes de la talla de Jovellanos, Meléndez Valdés, Urquijo, Quintana, Blanco-White o Moratín nos servirán de referencia para conocer la relación de estos hombres (y mujeres) entre sí y con el rey absoluto en los últimos pasos de su accidentado viaje hacia la obtención de la soberanía.
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