Al autorretratarse en calidad de “hijo de sus obras y padrastro de las ajenas”, Francisco de Quevedo desveló cuánto se difundían y se alteraban sus líneas, al mismo tiempo que se le otorgaban, por su fama, obras apócrifas. La condición volátil de sus sátiras breves y de numerosos escritos circunstanciales sigue siendo un manantial de investigaciones ecdóticas, tal y como lo sugiere la versión aquí presentada de la Carta de las calidades de un casamiento.
© 2001-2025 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados