A cien años vista, la época que abren el Armisticio de Compiègne y el subsiguiente Tratado de Versalles, es decir, la época de Entreguerras, estuvo plagada de sombrías amenazas que finalmente acabaron dando al traste con las ilusiones que los llamados «catorce puntos» de Wilson habían despertado en una Europa que, tras cuatro largos años de hostilidades, se encontraba ahíta de horrores. En efecto, los horrores de la Guerra, llamada grande, siguieron presentes en la vida de las naciones europeas en forma de continuos conflictos bélicos (una veintena de 1919 a 1923), de lisiados que poblaban las calles, de depresiones económicas y psíquicas que asolaban la convivencia social, de depreciaciones, inflaciones, carestías, colas de aprovisionamiento y tarjetas de racionamiento que impedían la tranquilidad personal. Fue una realidad sombría sobre la que sobrevolaba una alegría de vivir que tuvo su expresión en la calificación que esos años merecieron en la historia de la cultura: los locos años veinte. La literatura y las artes de esos años siguieron los acontecimientos y hoy en día nos resultan testigos especiales de ese estado de sociedad que desembocó en lo que Brecht llamó la «resistible ascensión de Arturo Ui» y, a partir de septiembre de 1939, en el gran holocausto europeo que fue la Guerra del 39. Revisarlas y recordarlas monitoria y ejemplarmente es la tarea del presente volumen
págs. 7-8
págs. 51-60
Céline o las consecuencias de la victoria: Viaje al fin de la noche
págs. 61-85
págs. 87-109
págs. 113-175
1918-1933: De la realidad a la literatura y de esta al cine: Problemas de traslación
págs. 177-206
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