Durante el siglo XVIII la naciente ciencia alcanza la mayoría de edad. En toda Europa proliferan academias que por primera vez profesionalizan el estudio de la naturaleza. Incluso las universidades abandonan poco a poco sus reticencias. La física, la astronomía o la historia natural se ponen de moda: las clases ociosas de la sociedad las promocionan y cultivan como afición. Entre tanto, se inicia un proceso de secularización y los filósofos entran con frecuencia en conflicto con los teólogos. Los hombres de ciencia, que están en trance de lograr plena independencia, reivindican su autonomía y con frecuencia desconfían del radicalismo de los ideólogos, lo cual no significa que se muestren indiferentes a las grandes preguntas de la existencia. En este volumen se expone la cosmovisión sustentada por los más destacados investigadores de la época.
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págs. 54-62
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