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Resumen de Tácito: precursores y actores de la Transición

Pablo González-Pola de la Granja (ed. lit.), José Manuel Otero Novas (pr.), Marcelino Oreja Aguirre

  • En 1968, el Presidente de la ACdP, Abelardo Algora, planteó la necesidad de elaborar ideas y fórmulas para llegar a establecer una democracia respetuosa con los derechos humanos y de agrupar personas que pudieran aplicar esas ideas. Tras varios ensayos sin fruto se constituyó el Grupo Tácito en el edificio del CEU sito en Madrid, Juliá n Romea 23. Allí mismo, y también en el contiguo Colegio Mayor de San Pablo, inició su andadura. Como es característico de la ACdP, lo que se ponía en marcha quería estar abierto a otras gentes afines. Trabajando con flexibilidad, seleccionando semanalmente un borrador entre los varios que siempre se aportaban, reuniéndose unos pocos voluntarios para debatir el texto con el Ponente y publicando un artículo semanal, primero solo en el YA y luego en unos veinte periódicos, Tácito fue produciendo ese necesario pensamiento para el futuro y adquirió un cierto prestigio. No podríamos clasificar a Tácito con la moderna etiqueta de «Think Tank», porque siempre pensamos que nuestro objetivo iba algo más allá de la creación de doctrina e incluía el nuclear a personas dispuestas a implementar las soluciones elaboradas, cuando llegara la oportunidad. (del prólogo de José Manuel Otero Novas) Puede decirse que el Grupo Tácito arranca de la preocupación de muchos miembros de la Asociación Católica de Propagandistas de que la evolución democrática no se abriría camino mientras las únicas fuerzas organizadas fueran, de una parte, las que desde la legalidad propugnaban el continuismo, y de otra, las que trabajaban por la ruptura desde la clandestinidad. Muchos de nosotros hicimos cuanto pudimos para grandes componentes: un gran sector conservador, liberal y democristiano, y otro socialdemócrata y socialista. Y fue Abelardo Algora, presidente de la ACdP, quien nos acogía con gran frecuencia para que cambiáramos impresiones y pudiéramos preparar algo del futuro. De aquel grupo de amigos o conocidos, unos no tenían un compromiso político concreto, pero sí inquietudes políticas; otros habían participado o participaban en puestos de la Administración, en las Cortes, en el Consejo Nacional, y un tercer grupo estaban comprometidos formalmente con la democracia cristiana y se habían distinguido por su actitud de oposición, con consecuencias, en algunos casos, de detenciones y confinamientos. Pero todos compartíamos unos determinados propósitos para después de cumplirse las previsiones sucesorias, aunque discrepábamos en las actitudes tácticas del momento. Tras varias reuniones en la biblioteca del CEU, discutimos cómo se podían dar a conocer nuestras ideas, y llegamos a la conclusión de que el mejor método era aprovechar nuestra cercanía a la Editorial Católica y publicar un artículo semanal inicialmente en el Ya. Veríamos más tarde si podíamos ampliar nuestra presencia a todos los periódicos de la cadena de la editorial y a los del grupo Colpisa, como efectivamente sucedió. (del epílogo de Marcelino Oreja Aguirre)


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