Sobre cuatro grandes cuadros en torno a la cuestión vasca: Monarquía y Constitución (asociado al amarillo); la Cultura (al blanco); la Violencia (al rojo); y la Narración (al verde), se destacan otros tantos contrastes: La reivindicación de los derechos colectivos está vinculada a los privilegios de hidalguía, privilegios vinculados a una de las más graves taras para la formación de la subjetividad española, porque se soportaban en la exclusión de derechos a judíos moros o herejes, de manera que vizcaíno se convirtió en sinónimo de cristiano viejo; la reivindicación de la Cultura es, en realidad, un combate continuado entre grupos vascos por su administración y gestión; la Violencia ejercida por ETA, formalizada en su III Asamblea ¡en 1964!, tiene que ver más con los movimientos revolucionarios de los procesos de descolonización en el contexto del fin de la Segunda Guerra Mundial que con la guerra (In)civil española; y, en fin, cuando con ayuda de los mitos se justifica el terror, es necesario disolverlos. El ex etarra Cándido Aspiazu fue muy explícito al indicar que si mató fue por necesidad histórica, por haber nacido en un pueblo que nunca fue vencido ni por romanos, ni por visigodos, ni por árabes, un pueblo muy diferente al de los españoles.
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