Cuesta asimilar el uso de la palabra “justicia” para encabezar esta crónica espeluznante de asesinatos, violaciones, saqueos y robos. Sin embargo, como nos han demostrado las obras cruciales de José María García Márquez y Francisco Espinosa Maestre, a quien está dedicado este importante libro, es la palabra hipocresía la que define la actitud de los rebeldes militares para justificar sus crímenes. Este catálogo de horror, minuciosamente reunido por García Márquez, añade más detalle a una historia terrorífica que parece un cuento sin fin. Entre sus aportaciones está la revelación del papel de un compinche de Queipo de Llano, el teniente coronel Fermín Hidalgo Ambrosy, en la represión en la provincia de Huelva (Paul Preston).
El terreno en el que más ha avanzado desde la transición para acá la investigación histórica sobre las consecuencias del golpe militar de julio de 1936 ha sido sin duda el de la represión, lo cual es significativo dadas las continuas trabas que han dificultado la tarea de los investigadores. Aunque queda mucho por saber, el mapa de la represión, básicamente, está hecho. José María García Márquez ha tenido un papel importante en este proceso, que ahora viene a completar con un magnífico estudio sobre la represión judicial militar en Huelva, lo que convierte a la provincia en una de las mejores estudiadas no ya de Andalucía sino de todo el país. La riqueza de su investigación proviene del manejo de la documentación primaria, que aún siendo de parte nos sorprende por permitir asomarnos al abismo del terror impuesto por los golpistas a través de las normas que aplicaron desde el primer momento (Francisco Espinosa Maestre).
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