Chucho Rey tenía el oído de un arcángel. Un zumbido erizaba el sosiego de la noche y él, sín inmutarse, aprehendía el oculto aliento de aquel eco. Noah, su mascota, ladraba al paso de unos niños en sRate y él concebía en un instante el vuelo de un bambuco. Gabriela Echeverri, Gaby, parcera de toda la vida, lo abrazaba por la espal- da mientras tocaba el piano y él hacía reverdecer sín aspavientos los laberintos del amor. Oído de querubín. Oído de mago. Oído de diosecillo en- domingado. Don Jesús Alberto Rey Mariño tenía el don de la música.
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