Ismael Crespo Amine, José Carlos Cañizares Gaztelu, Ernesto Castro (col.)
Los más diversos teóricos de la modernidad suelen presentar este período como un proceso continuo de desarrollo tecnológico y económico, progreso en las artes y las ciencias, expansión de la democracia y racionalización de las instituciones y las costumbres. Sin embargo, persisten las contradicciones del capitalismo, el colapso de la civilización es inminente y el Pueblo no vive ni ha vivido en la modernidad tal y como sus teóricos la describen. Esto es tanto más cierto en nuestro país, habitado por una suerte de magdaleniense o pre-Tartessos lleno de cacharritos con iconos, llamadas, avisos, avatares, tamagotchies, móviles y juegos online integrados sin la menor discrepancia sobre una capa de rituales del año de la polka, fetiches, incienso, lágrimas, sangre, joyas, ofrendas, sacrificios, reliquias de miembros de santos y matriarcas fenicio-neolíticas devenidas madres de Cristo al tiempo que supporters del equipo de fútbol local. El ultrarracionalismo se presenta como un nuevo método y movimiento filosófico cuya voluntad es afrontar los desafíos del futuro sin dejar de hacer justicia a esta auténtica marejada de lo grotesco.
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