La poesía nació unida a la música y uno de los primeros instrumentos musicales fue la voz humana. Hermanas siamesas, música y poesía nunca han logrado separarse del todo. Pablo Núñez, con rigor académico y sensibilidad de poeta, indaga en este libro las relaciones entre el tango y la poesía. Las letras de los mejores tangos pueden no escucharse, sino leerse y conservan buena parte de su emoción. Y la mejor poesía contemporánea, aunque tenga su propia música, no pierde nada, y a veces gana, convertida en letra de canción. Al margen de erudiciones, este libro puede leerse como una inédita antología poética que junta nombres que nunca antes habían estado juntos. Son bien conocidos unos —Neruda, Borges, Alfonsina Storni—, pero otros a más de un lector le sonarán por primera vez.
A ratos, será difícil leer sin que al instante escuchemos la voz de Carlos Gardel, Andrés Calamaro o Pedro Guerra: «Mi Buenos Aires querido, / cuando yo te vuelva a ver / no habrá más penas ni olvido», «Me acobardó la soledad / y el miedo enorme de morir/ lejos de ti». Pero en otras ocasiones, como en los versículos de González Tuñón o Juan Gelman, nos extraña que puedan haberse convertido en letras de tango, y por eso nos admiran más cuando los escuchamos interpretados por el Cuarteto Cedrón. Porque este es un libro para leer, pero con las referencias adecuadas para que, cuando queramos, lo cerremos y nos pongamos a escuchar bien conocidas o escondidas maravillas.
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