María, entre los testigos del Evangelio, es única: su «hágase», su papel en la salvación, su vida junto a Jesús y su huella en la primera comunidad cristiana la convierten en una maestra que, con sus palabras, silencios y gestos, nos enseña lo que significa ser discípulos y amar de verdad. La devoción a María está profundamente arraigada en el corazón de los católicos, presente en las oraciones cotidianas, en la fe más sencilla y en el arte que nos rodea, pero, aunque la sentimos cercana, a menudo la conocemos poco. Por eso merece la pena detenernos a descubrir la riqueza que en ella se esconde y que puede cambiar nuestra vida.
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