Francisco de Quevedo, Alfonso Rey Álvarez (ed. lit.), María José Alonso Veloso (ed. lit.)
Quevedo escribió un elevado número de silvas, la mayoría de las cuales forman parte de secuencias de inspiración clásica y patrística auspiciadas por la libre lectura de Anacreón, Jeremías, Epicteto, Focílides y Petrarca, a quienes tradujo o parafraseó de modo muy personal. También tuvo ocasión de elaborar un pequeño corpus de silvas satíricas y burlescas, con alguna influencia de Marcial. No son desconocidas esas contribuciones suyas, trátese de poemas sueltos, de un cancionero religioso o de una sostenida glosa, pero apenas se ha destacado lo que supone todo ese acervo en la historia de la silva española. Los especialistas han dirigido su atención a lo que parece más visible, y tal vez lo más apreciado desde la sensibilidad actual: el libro de silvas a imitación de Estacio que se publicó en la musa Calíope de Las tres musas últimas castellanas en el año 1670. El objetivo del presente libro es la edición crítica y anotada de esa colección, tarea no emprendida hasta ahora. Tras una introducción crítico-literaria (capítulo I), damos noticia de todas las fuentes manuscritas e impresas que se conocen en la actualidad, procediendo a su filiación y al estudio crítico de cada una de los 28 poemas que componen este libro estaciano (capítulos II y III). Sigue luego (capítulo IV) el texto crítico con sus notas explicativas a pie de página. A los poemas así anotados se añade un apartado donde se menciona y comenta la bibliografía que ha recibido cada uno de los poemas, cuantiosa en unos casos e inexistente en otros.
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