Pedro Manuel López Barja de Quiroga
Las esclavas eran una realidad cotidiana en la Roma republicana. Trabajaban en los campos, pero también en las casas, como nodrizas o peluqueras, o bien como actrices en el teatro, como prostitutas o incluso gladiadoras. ¿Qué suponía para ellas que su vida dependiese enteramente de las órdenes y del capricho de su dueño? Cualquier día podían verse subidas a una plataforma y ser ofrecidas al mejor postor, junto con sus hijos, o quizá sin ellos. Algunas alcanzaron la libertad y la preciada ciudadanía romana. Otras se rebelaron y se vengaron de los abusos recibidos, o bien fueron severamente castigadas. La voz de las esclavas, como la de las libertas, nos llega muy débil, inscrita en la piedra de sus lápidas funerarias, o en el relato sesgado de algunos contemporáneos. No eran nadie apenas, pero nosotros podemos rescatarlas del olvido.
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