La vida monástica de todas las épocas ha estado basada en el silencio y la meditación, como medio privilegiado de acercase a Dios. Pero el silencio requiere alejarse del comercio con los hombres y mujeres, la huida de la ciudad a los lugares deshabitados. Por ello, el desierto ha sido considerado el lugar privilegiado para conversar con Dios y se explica que las primeras manifestaciones del monacato cristiano surgieran en Oriente, Egipto y Siria-Palestina, regiones todas donde el desierto se presenta a las puertas de las ciudades.
Con todo, la experiencia del desierto para los cristianos no era algo nuevo pues ya había estado presente a lo largo de toda la historia del pueblo judío a partir del Éxodo de Egipto bajo la guía de Moisés. También Mahoma era un hombree del desierto, su religión nace en el desierto y también los fieles musulmanes que buscaban acercarse a Alá se retiraban al desierto. Los budistas hicieron igualmente de la meditación y la soledad una forma de vida privilegiada.
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El "desierto" de Buda: silencio y vida contemplativa en el budismo
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