Desde que Salovey y Mayer introdujeron la denominación de inteligencia emocional (IE) y Goleman popularizó el concepto en los años noventa, ha aumentado constantemente la investigación en los campos de la psicología, la educación y el management con el fin de entender su naturaleza y sus efectos sobre diversas variables de la vida, como un desempeño excelente, la efectividad del liderazgo, la satisfacción en la vida, e incluso en cuestiones de salud, como la resistencia al estrés. Estas relaciones mayoritariamente positivas subrayan la importancia de la IE, así como la necesidad de desplegarla para mejorar el desarrollo personal. Independientemente de los distintos modelos de IE que se sigan y de los instrumentos de medición que se apliquen en cada uno de ellos, la investigación ha demostrado que en todos estos ámbitos puede desarrollarse la IE. Sin embargo, todavía existe poca evidencia sobre cómo se realiza en la educación superior y con qué eficacia. Tras abordar el área relativa a los modelos teóricos, los tres papers que conforman esta tesis doctoral se centran en determinar la validez del constructo utilizando distintas medidas para las competencias emocionales y sociales (CES), así como en la necesidad y las posibilidades de desarrollarlas en la educación superior. El primer estudio analiza algunas de las principales críticas formuladas al concepto de IE, básicamente referidas a la calidad de los estudios empíricos previos, debido a la falta de un constructo o de validez incremental de algunos de los instrumentos de medición. En este caso, se estudian en detalle dos instrumentos diferentes, utilizados para medir las CES desde el punto de vista de la conducta. Por una parte, el Inventario de Competencias Emocionales y Sociales ¿ Edición Universitaria (ICES¿U), que es un cuestionario de evaluadores múltiples que se utiliza en cursos de desarrollo del liderazgo para evaluar 12 competencias emocionales y sociales y 2 competencias cognitivas. Por otra parte, la Entrevista de Incidentes Críticos (EIC), que es una técnica en que los participantes explican experiencias relacionadas con el trabajo, que después son codificadas en base a siete competencias emocionales y sociales que coinciden con las del ICES¿U. Se comparan los resultados de los informantes en cuestionarios de 360º con los resultados de las EIC de 87 estudiantes. Las entrevistas han sido codificadas por dos codificadores formados previamente, con una fiabilidad entre codificadores de > 0,7 y se han debatido hasta alcanzar un acuerdo total sobre la existencia de competencias en el resultado final. Los resultados muestran correlaciones significativas entre las evaluaciones de los compañeros de trabajo sobre la competencia ¿trabajo en equipo¿ y de las parejas sobre ¿desarrollo de los demás¿ con los resultados obtenidos de las EIC. Estos resultados, además, indican la presencia de deseabilidad social en algunos indicadores para la ¿orientación al logro¿. Algunas competencias parecen más difíciles de evaluar mediante observadores externos, como la ¿empatía¿. También se han hallado correlaciones significativas entre algunas competencias, medidas a través de autoevaluaciones y a través de las EIC, lo cual indica que las autoevaluaciones pueden ser más ¿realistas¿ de lo esperado. El segundo estudio comparte la experiencia de introducir un proyecto interdisciplinario en un programa de máster de una facultad de derecho española. Esta innovación pedagógica surgió de la necesidad de preparar mejor a los estudiantes para responder a las expectativas de sus futuros empleadores, lo cual exigía el desarrollo de competencias. Se configuró el currículo de una nueva asignatura, denominada ¿Módulo 9¿, conforme a la Teoría del Aprendizaje Experiencial (TAE). Equipos de estudiantes trabajaban en proyectos que habían seleccionado ellos mismos, y sus procesos de aprendizaje eran complementados por talleres y tutorías. La consecuencia de ello fue que la experiencia práctica impulsó el aprendizaje de los estudiantes en los proyectos prácticos, que fueron parcialmente implementados en colaboración con algunas empresas locales. La codificación de los memorándums de aprendizaje evidenciaba que cada equipo había aplicado cada modo de aprendizaje durante las distintas etapas de los proyectos. Y, si bien las evaluaciones acerca de la experiencia fueron, en general, positivas, el grado de conocimiento del propio proceso de aprendizaje podría haber aumentado a lo largo del curso. Entre las reflexiones de los profesores se incluía la necesidad de mejorar el sistema de ayuda a los estudiantes para gestionar las emociones durante el proceso de aprendizaje. Ello llevó a modificar el diseño del currículo para la promoción siguiente, con el fin de incluir la evaluación y el desarrollo de competencias emocionales y sociales. El tercer estudio es el seguimiento de este mismo programa y describe cómo la Teoría del Cambio Intencional (TCI) de Boyatzis se combina con el trabajo en equipo en un proyecto interdisciplinario, con el objetivo de crear un marco para el cambio autodirigido, basándose en la evaluación y el desarrollo de CES. Además de ocho talleres y varias tutorías, se ofreció a los estudiantes tres sesiones individuales de coaching para garantizar que los objetivos de equipo se alineaban al máximo con los objetivos personales. Las CES se midieron dos veces durante el año académico, mediante el ICES¿U de evaluadores múltiples: primero, a los 3 meses del inicio del programa y, de nuevo, al final del año académico. Los resultados de las evaluaciones exploratorias de los 18 participantes mostraron un cambio positivo en el desarrollo de las CES en general. La calidad de esta investigación está siendo debatida críticamente y se están revisando las líneas recomendadas de investigación futura, así como las implicaciones de estos estudios.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados