Durante los años veinte la literatura de Turquía estuvo dominada por los principios del nacionalismo turco que acababa de ganar la guerra de Liberación1. Esta ideología asignaba a los campesinos del país, que habían hecho posible el levantamiento contra las Potencias y el sultán, todas las cualidades que conformaban la identidad turca, algo separado por igual del otomanismo y del Islam. De ahí que el nuevo centro cultural se alejara de la vieja capital, Estambul, para centrarse en Anatolia. Pero ese filorruralismo de las primeras décadas de la República tenía más de teórico que de real.
En los años cuarenta los cambios producidos y los graves problemas aún sin resolver llevaron a algunos escritores a separarse de la doctrina dominante.
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