A lo largo de la vida de una especie, se produce un desgaste progresivo del esmalte de sus dientes. Esta pérdida se debe a dos causas fundamentales: el contacto interdental y las características físicas de la dieta (abrasividad).
El esmalte es una estructura extremadamente dura y resistente, pero no se regenera y únicamente partículas de similar o mayor dureza son capaces de actuar sobre su pérdida. En la escala geológica de dureza de los minerales, partículas de oxalato de sílice o calcio (fitolitos) son consideradas más duras y resistentes que los cristales de apatita del esmalte. Estas partículas, se forman en gran cantidad de plantas monocotiledóneas y dicotiledóneas que incluyen diferentes especies de vegetales y cereales comestibles. Su consumo es la causa fundamental de la pérdida de esmalte pero no la única ya que partículas abrasivas de similares propiedades físico-químicas, pueden adherirse al alimento desde el ambiente y durante su preparación para el consumo (molienda del grano, cocinado, adhesión de arena, ceniza o polvo, entre otros) producir un fenómeno similar. El efecto de estas partículas en el esmalte responde a unas improntas (estrías) de longitud, anchura y orientación variable que únicamente podemos observar a nivel de microscopio electrónica de barrido (SEM). Su estudio se conoce como análisis de microdesgaste dental. Ya que las superficies oclusales de los dientes están sujetas a un continuo contacto entre los dientes superiores e inferiores, su acción puede modificar las estrías que queremos observar. Sobre las superficies laterales o nooclusales (vestibular y lingual) por el contrario, esta acción no se produce y las estrías se encuentran directamente relacionadas con la cantidad y tipos de recursos alimentario, que presenten partículas abrasivas.
La cuantificación de estas estrías microscópicas en el esmalte de la dentición postcanina, viene ofreciendo desde mediados de los noventa.
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