Las actinobacterias son una de las principales fuentes naturales para la búsqueda de nuevos compuestos bioactivos. Desde hace unos años, muchos trabajos se centran en el aislamiento de actinobacterias en ambientes previamente inexplorados, sobre todo marinos, partiendo de la hipótesis de que en dichos ambientes es más probable encontrar microorganismos no descritos previamente, que produzcan nuevos compuestos. Esto también es posible gracias a las grandes diferencias en las condiciones entre el mar y los medios terrestres (salinidad, concentración de oxígeno, temperatura…).
Desde 2008, previamente a la realización de este trabajo, se llevó a cabo el aislamiento de actinobacterias, sobre todo del género Streptomyces, asociadas a líquenes. Se obtuvieron más de 200 aislados, y se observó una cepa que estaba ampliamente distribuida en muchas de las muestras. En 2012 se inició la recogida de algas en la región intermareal, sobre todo en las playas de Gijón. Entre estas muestras también se aislaba muy frecuentemente esa cepa, que se identificó como Streptomyces albidoflavus, más otras dos también muy abundantes, Streptomyces cyaneofuscatus y Streptomyces carnosus. Cuando en 2013 se analizaron las muestras obtenidas en el Cañón de Avilés, estas tres especies se encontraron hasta los 4700 m de profundidad, y fueron también aisladas a partir de distintas algas de la región submareal. Ese año se recogieron además las primeras muestras de precipitaciones atmosféricas, en las que estas tres cepas también estaban presentes, demostrando tener una gran capacidad de adaptación a ambientes muy diversos, con condiciones muy diferentes, tanto en tierra, como en mar y aire. Todos estos datos permitieron plantear la hipótesis un ciclo de dispersión en el que las esporas de Streptomyces llegan a las nubes a partir de aerosoles marinos, y de ahí a tierra a través de las precipitaciones.
Por otro lado, a partir de las muestras del Cañón de Avilés se aisló una cepa que resultó pertenecer a una nueva especie, Myceligenerans cantabricum. Esto confirmaría la hipótesis de que los ambientes marinos, al presentar características tan diferentes de los terrestres, pueden contener bacterias distintas y no encontradas previamente, como ha sido el caso.
Además, en todos los ambientes mencionados se obtuvieron otros muchos aislados, que por sus características fenotípicas pertenecen en su mayoría al género Streptomyces y algunos al género Micromonospora. Muchos mostraron tener actividad biológica, sobre todo antibiótica frente a bacterias Gram positivas. Diversas cepas fueron activas frente a patógenos clínicos, incluso frente a algunos multirresistentes, o mostraron actividad citotóxica frente a líneas tumorales. En estos aislados, la mayoría de los metabolitos secundarios producidos permanece sin identificar, por lo que podría hallarse alguno nuevo, lo que demuestra la importancia de estos ambientes para la búsqueda de nuevos compuestos bioactivos con potencial farmacológico.
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