"Paraísos artificiales. La imagen drogada en la pintura europea del entresiglos XIX-XX. La presente investigación recopila y analiza la imagen pictórica drogada en el entresiglos XIX-XX europeo, prestando especial atención al caso español, desde la exposición descriptiva; un trabajo elaborado con voluntad de catálogo. Las conclusiones teóricas dan cuenta no sólo de que el leitmotiv tóxico puede convertirse en una temática cambiosecular en sí misma, también pone de manifiesto como el uso y abuso de narcóticos, estimulantes y drogas visionarias conforma el imaginario europeo, una iconografía que continua vigente en la segunda década del siglo XXI. A finales del siglo XIX y principios del XX el comercio europeo de drogas era libre y no existía un límite definido entre los términos «fármaco» y «droga». La ola de modernidad que recorrió París en el cambio del siglo XIX al XX marcó la vida nocturna de la entonces capital europea por excelencia; bajo el reflejo de la luz eléctrica, dandis, elegantes, obreros y bohemios acudían a las nuevas zonas de recreo. El ambiente de la renovada ciudad fue pintado por Édouard Manet, Edgar Degas, Jean Béraud, Jean Louis Forain o Isaac Israëls; con una nota común: alcohol encima de las mesas; copas del elixir de moda en el París fin de siglo: la absenta. El potente licor fue llevado a lienzo por los pintores españoles establecidos en París; ejemplo de esto es Café de Montmatre (1889-1890) de Santiago Rusiñol, Le paon blanc (1904) de Hermegildo Anglada Camarasa, la emblemática En el Moulin de la Galette (1900-1902) de Ramón Casas o la constante del vaso de ajenjo sobre la mesa en las obras de la denominada etapa azul de Picasso. Durante el siglo XIX el escenario oriental conformó un lenguaje propio en el arte europeo. La mal llamada moda mora o turca actuó como excusa para abordar placeres exóticos sin censura; las costumbres árabes sirvieron de argumento a la superficie pictórica, por supuesto siempre bajo la mirada «occidental». Junto a ellas como parte identitaria, los vicios: los fumadores de opio y hachís son temática recurrente en los lienzos de Jean Gêrome o Jean-Jules-Antoine Lecomte du Nouÿ. En España fue Mariano Fortuny el máximo representante de la temática oriental. Durante los últimos treinta años del siglo XIX el consumo de opio con fines recreativos se disparó; con el uso y abuso los fumaderos de opio conformaron el paisaje habitual de los suburbios en las principales ciudades europeas. El fumadero está presente en la cita anual del Salón parisino, los fumaderos dotaron de argumento algunas de las obras expuestas; la iconografía habitual en este caso consistió más bien en mujeres desnudas o desvestidas con una pipa en la mano; el canon responde a la imagen de mujer fatal, tan difundida entre los pintores del entresiglos XIX y XX europeo. Aquí el vicio aportaba la dosis de amoralidad, una adicción que a menudo se utilizó como pretexto para mostrar lasitud en cuerpos femeninos atractivos. Picasso coqueteó desde 1904 hasta 1908 con opio. Santiago Rusiñol fue sin embargo afecto a la morfina; todos conocemos el emblemático lienzo La morfina (1894). El cronista de la morfinomanía parisina fue Anglada Camarasa; las drogodependientes finiseculares retratadas por Anglada poseen sus homónimas literarias. Emilia Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez dieron vida en sus respectivas novelas La quimera (1903) y Sangre y arena (1908) a heroínas distinguidas, mundanas y adictas, damas a caballo entre la respetabilidad y el vértigo por el placer desconocido. A la nómina de toxicómanas anónimas pintadas y adictas snob noveladas se suma el repertorio de retratos que los pintores dedicaron a mujeres que por su profesión o forma de vida fueron célebres durante a principios del siglo XX; Luisa Casati, Tórtola Valencia y Teresa Wilms Montt encarnaron el ideal de mujer cosmopolita, excéntrica y morfinómana. Una forma artificiosa forma de estar que ha seguido inspirando a artistas, diseñadores y publicistas en el siglo XXI; un atractivo que cronistas y biógrafos achacan, en parte, al uso continuado de sustancias psicoactivas. Artificial paradises. The drugged pictorial image in European painting of the late XIX century and early XX century. This research collects and analyzes the drugged pictorial image in the European painting of the late XIX century and early XX century, with special attention to the Spanish case, from the descriptive explanation; a work that can be used as a catalog. The theoretical conclusions not only account of the toxic leitmotiv can become a subject turn of the century itself but also reveals that the use and abuse of narcotics, stimulants and visionary drugs conforms the European construct, an iconography that continues in force in the second decade of the XXI century. In the late XIX and early XX century European drug trade was free and there was no definite boundary between the terms “drug"" and ""medicine"". A wave of modernity that swept Paris at the turn of the nineteenth and twentieth centuries determine the nightlife of the par excellence European capital at that time; under the glare of electric lights, dandies, elegant women, workers and bohemians flocked to the new recreational areas. The atmosphere of the renewed city was depicted by painters like Édouard Manet, Edgar Degas, Jean Béraud, Jean Louis Forain and Isaac Israëls; with a quite common detail: drinks on coffee bars; glasses of the fashionable elixir in late century Paris: absinthe. The powerful liquor was depicted by Spanish painters based in Paris in canvasses like Café de Montmartre (1889-1890) of Santiago Rusiñol, Le paon blanc (1904) of Hermegildo Anglada Camarasa, the iconic En el Moulin de la Galette (1900-1902) of Ramón Casas or the constant glass of absinthe over the table in the artworks of the so-called blue period of Picasso. During the XIX century the eastern scene formed their own language in European art. The misnamed ""morocco"" or ""turkish"" trend acted as an excuse to approach exotic pleasures without censorship; Arab customs served as an argument to the pictorial surface, of course, always under the ""occidental"" look; alongside them, as another identity affirmation, the vices: smokers of opium and hashish become constant in the canvasses of Jean Gêrome or Jean-Jules-Antoine Lecomte du Nouÿ. In Spain Mariano Fortuny was the greatest exponent of the eastern topic. Over the last thirty years of the XIX century the recreational use of opium was triggered; with the use and abuse of opium, the opium dens formed the usual scenery of the suburbs in major European cities. Opium den is present at the annual meeting of Le Salon de la Société des Artistes Français, the opium dens argued some of the exposed artworks; the usual iconography in this case consisted rather in naked or undress women with a pipe in her hand; this canon answers to the image of femme fatale, so widespread among the painters of Europe of the late XIX century and early XX century. In this case, the vice adds a dose of amorality, an addiction that is often used as a pretext to show laxity in attractive female bodies. Picasso flirted with opium from 1904 to 1908. However Santiago Rusiñol was addicted to morphine; we all have knowledge of the iconic canvas La Morfina (1894). The chronicler of the Parisian morphine addiction was Anglada Camarasa; the drug addicts fin-de-siècle portrayed by Anglada Camarasa have her literary namesake. Emilia Pardo Bazán and Vicente Blasco Ibáñez gave life, in their respective novels, La quimera (1903) and Sangre y Arena (1908) to distinguished heroines, worldly addicted ladies, halfway between respectability and vertigo by unknown pleasure. A list of painted anonymous drug abusers and addicts snob fictionalized, painters add a repertoire of portraits of women whose profession or way of life were famous during the early XX century; Luisa Casati, Tórtola Valencia and Teresa Wilms Montt embodied the ideal of cosmopolitan eccentric and morphine addict woman. A form of an artificial way of being that has continued to inspire artists, designers and publicists in the XXI century; an appeal that historians and biographers attribute in part to the continued use of psychoactive substances. "
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