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Juan Van Der Hamen y León: su pintura de género y de flores

  • Autores: Susana Fernández de Miguel
  • Directores de la Tesis: Rosario Camacho Martínez (codir. tes.), Juan Antonio Sánchez López (codir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Málaga ( España ) en 2014
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Germán Ramllo Asensio (presid.), Maria del Carmen González Roman (secret.), Rosa María Subirana i Rebull (voc.), Jesús Miguel Palomero Páramo (voc.), Joan-Ramón Triadó (voc.)
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: TESEO
  • Resumen
    • Juan van der Hamen y León, hijo de Jehan van der Hamen, noble de origen flamenco, y de Dorotea Whitman, igualmente noble y de ascendencia flamenca por su padre y española por su madre, nació en Madrid en los primeros días del mes de abril de 1596. Los primeros años de su infancia transcurrieron entre Madrid y Valladolid, lugares de residencia familiar, ya que por razones del servicio como Archero de la Guarda de Corps, su padre se vio obligado a seguir al Rey en los traslados de la Corte.

      Especialmente inclinado por natural a la pintura, desde su más tierna juventud se ejercitó en ella, dando por cierto que el seno familiar fue su primer centro de aprendizaje, para pasar a formarse seguidamente en alguna de las academias madrileñas de pintura y perfeccionarse después mediante un constante proceso de personal experimentación artística.

      Su formación intelectual se inició con el estudio de las primeras letras en Valladolid y de Historia y Retórica en el Colegio Imperial de Madrid, pasando después a la Universidad de Granada, en donde entró en directo contacto artístico con el pintor Juan Sánchez Cotán, quien le introdujo en el interés por el género del bodegón.

      El dominio de la lengua flamenca y la dedicación familiar al servicio del Rey, le permitieron el acceso a la Guarda de Archeros de Corps, donde sirvió hasta su muerte y el conocimiento de las lenguas italiana y francesa le garantizaron el contacto con los distinguidos reales visitantes y pertenecientes a la alta nobleza y clero, tantos nacionales, como extranjeros, convertidos en comitentes de sus obras.

      Amigo de literatos, cronistas y políticos se ejercitó también en el cultivo de la literatura, aunque no hayan llegado hasta nosotros sus versos.

      Se ha constatado su dedicación a la pintura con anterioridad a los 18 años de edad, habiéndose localizado la primera obra atribuible a su mano, un Florero de porcelana china Wanli, con coronas imperiales, azucenas, narcisos, caléndulas y flores rojas y blancas, datable en 1614 y una historia sagrada representando una Virgen de Belén y mesa con frutas y florero de 1615-1616.

      A partir de 1620 Van der Hamen comenzó un estilo pictórico propio dentro del género del bodegón, con un marcado espíritu español y sin concesiones a influencias de otras escuelas, a base de conjuntos de dulces y frutas contenidos en refinados centros y fruteros, compaginadolos con incursiones en otros géneros como el de las historias sagradas, en el que demostró un temprano virtuosismo como dejó patente en La Cena de Emaús y su adelantado naturalismo, iniciado con el San Juan Bautista en éxtasis, ambos de 1621.

      En 1623 comenzó a ejercitarse en el retrato con gran éxito, monopolizando los encomiendas de procedencia real y de la nobleza más intelectual hasta la llegada de Velázquez a la Corte y rivalizando con él, después, durante los primeros años de la estancia de aquél en Madrid.

      Entre sus comitentes más distinguidos figuró el Rey, a partir de 1624 y especiales vinculaciones mantuvo con el Infante-Cardenal Don Fernando, para quien decoró sus estancias personales, con identificación de las pilastras, con destino a su oratorio personal.

      Decidido defensor de la dignidad del arte de la Pintura, sus cercanas relaciones con los intelectuales del momento y su sobresaliente ejercicio del retrato, le granjearon ser el elegido para inmortalizar en sus lienzos las efigies de los ganadores de los certámenes literarios de la época.

      Van der Hamen fue un auténtico creador de prototipos en los géneros que cultivó, desarrollando sus propias historias sagradas en las que introdujo las flores como elemento decorativo central.

      En el género del retrato introdujo a los útiles de las artes que practicaba el personaje como elemento de identificación del mismo.

      Por último se constituyó como el iniciador del bodegón de flores como género autónomo y vehículo introductor de la naturaleza en el ámbito más íntimo y doméstico.

      Sus obras penetraron en el ámbito artístico italiano a través de los nobles españoles con destino diplomático en ese país y de sus grandes amigos Giovanni Battista Crescenzi o Casiano dal Pozzo, altamente impresionados por sus logros que quedaron patentes en el Bodegón con papagallo, cesto de manzanas, ramillete de fresas y gato, dos palomas y mariposa, dejando allí una estela que modificó el estilo representativo trasnochado y estereotipado practicado en ese país durante los primeros años del siglo.

      El catálogo de sus obras en el género de las historias sagradas se amplía considerablemente en esta tesis, no solo con la aportación de nuevas pinturas definitivamente acreditativas de la calidad de su pintura, sino también profundizando en el contexto de su origen y su repercusión en el panorama artístico.

      El catálogo de sus retratos también se amplía igualmente, todos de personajes con gran repercusión en el gobierno del reino o en la práctica de la pintura, la literatura y el teatro.

      Especial importancia se ha dedicado al establecimiento del catálogo de los bodegones de flores del pintor, sistematizando el mismo mediante un desarrollo cronológico que ha permitido clarificar el desarrollo de su pintura, así como el impacto artístico que causaron sus obras entre sus contemporáneos y seguidores del género En todas sus creaciones es posible percibir el sentido poético que imprimió a su pintura y su directa vinculación con la naturaleza. Ninguno como él desarrolló con tanta brillantez la simbiosis entre ambas, lo que le granjeó ser celebrado por el refinado gusto por el que se le conoció.

      Se reasignan también las obras de reciente catalogación que se excluyen de su catálogo.

      La temprana muerte de Van der Hamen privó a la pintura española de uno de sus pinceles más brillantes y su obra fue el espejo en el que se miraron todos los pintores del segundo tercio del Siglo de Oro español, especialmente los cultivadores del género del bodegón en todas sus vertientes y, de manera singular, en el de las flores.


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