El arte siempre ha sido un asunto para el pensamiento filosófico. La obra de arte tiene su ser en la re-presentación, traer para sí lo que ha sido de algún modo destinado a ser visto, re-conocido, mostrar su sentido en relación con su sin-sentido. Este preludio del ser del arte, que es la obra de arte, lleva compromedido un mutuo reconocimiento que aparece cuando se es interpelado, de modo frontal, con una obra de arte. Lo que nos interpela como un fragmento de la verdad se convierte en un todo-mundo finito e inmanente.
Por eso, cada vez es menos pertinente la pregunta ¿qué es el arte? porque resulta inoperante y ajeno a la experiencia del ser del arte. Sin embargo, la pregunta se aplía en una diversidad de preguntas aclaratorias, ¿qué hace el arte?, ¿qué preguntas conoce el arte?, ¿a qué se dirige el arte? o ¿el arte no es la obra de arte?. Sobre la primera ¿qué hace el arte? su respuesta viene de largo, desde grandes filósofos griegos, Platón y Aristóteles. Lo que hace el arte puede ser contestado de forma inmediata, el arte es un saber producir (poésis), un técnica, luego en todo arte hay un conocimiento previo que posibilita producir convenientemente una obra y su uso.
Su conocimiento es relativo a su uso pero ese saber hacer, con lo que Aristóteles clasifica a los saberes productivos, el arte como tecné, aún no alcanza el sentido de la pregunta. La Estética y la Modernidad son parte de un tejido filosófico que nace con la filosofía de la subjetividad y sus avatares. No obstante, a modo de prercepto de esta investigación, parte de la siguiente consideración, el arte excede el ámbito de la estética, para que esto pueda ser asumido se tienen que ubicar las interpretaciones que surgen desde la subjetividad y la representación. Se dijo que el arte excede el ámbito de la estética, pues, el "algo" del arte apunta a la naturaleza simbólica y originaria que aquí se piensa como diferencia/límite, sin pérdida del valor dimensionado de la actividad artística, y su mostrarse como "algo" dado, donado como parte de un mundo.
No se trata de ubicar ese "algo" dentro de la controversia de la estética moderna o de la filosofía del arte en el binomio naturaleza-arte o en la secuencia problemática de las impliaciones gnoseológicas de la naturalez/belleza/arte con los que se va consumando la modernidad de un Kant, Hegel, Adorno etc., porque toda esta trama participa y se nutre en la relación sujeto-ojeto. Este subjetivismo kantiano se adentra en las teorías sobre el arte y condicionan el enfoque analítico sobre las obras de arte; este es el caso de Clement Greenberg en pleno siglo XX, que incide en el análisis de las vanguardias históricas. Si cada bella arte tiene su propia especificidad, todos comparten un modo de representación (estética) del mundo: la forma. Si el formalismo está en la esfera del esteticismo es porque considera que cualquier objeto puede ser motivo artístico si va seguido de una experiencia estética. La obra de arte es una obra del gusto y éste orienta al artista en su creación. Ir al < < extremo de la estética > > significa sobrevolar los ángulos ontológicos de la propia metafísica y buscarlo desde otra perspectiva como fue la intención del pensamiento de Heidegger al querer mostrar la verdad del arte; pero no sólo el pensamiento heideggeriano puede resultar eficaz en este cometido, sino que es imprescindible, para llevar a buen puerto esta investigación, aproximarse a las "líneas en fuga" del planteamiento de la diferencia en G. Deleuze, y desde el panorama del pensamiento español, es significativa la aportación de Eugenio Trías, aunque de este último será motivo de una exposición posterior a esta investigación, porque sus ensayos primeros se soman al arte y bordean aquellas preguntas significativas de la tradición estética en general, para fundar una filosofía del límite donde el arte es tratado como una creación y conocimiento en plena igualdad con la filosofía.
En los dos extremos de la estética podrían encontrarse dos
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