Resumen de El ente como espacio generativo de la expresión fílmica. Una revisión de los fundamentos conceptuales clásicos
Esta investigación, pese a no pretender en ningún momento constituirse en un tesaurus de teoría cinematográfica, parte de la voluntad de hacerse eco o recoger el conjunto disperso y atomizado de aquellas aportaciones que se han ido sucediendo en el curso de los últimos años (Jacquers Aumont, Raymond Bellour, Philippe Dubois, ...), para cobijarlas dentro de un corpus teórico-hermenéutico desde el que poder proceder a un desarrollo riguroso e integrado de algunas de sus derivaciones más sustanciales y productivas. La misma se orienta hacia todo cuanto se sitúa en esa dimensión más excéntrica y aberrante de esa formulación discursiva que se ejecuta en nuestro interior como sujetos espectatoriales, dispuestos a integrar cualquier manifestación de lo singular, y que opera bajo la entidad mediadora de eso que aquí hemos dado en identificar como entre. Es a partir de éste que, entendemos, se articula el discurso como un proceso abierto, en perpetuo devenir, y surcado por una gran variedad de pausas o puntos suspensivos.
Nos hemos interesado pues, en primer lugar, por abordar, todo cuanto perturba el flujo y singulariza nuestra absorción asimiladora del mismo a lo largo del dinámico, estratificado y complejo procesamiento enunciativo que se efectúa del discurso cinematográfico, entendido como vehículo volátil o abstracto de un cierto capricho o deseo intelectual del que actuamos como motores. Para ello, nos movemos fundamentalmente por los dominios de eso que habría de culminar en lo que el filósofo Jacques Rancière define como el régimen estético del arte, donde lo que se pone de manifiesto es la voluntad de alcanzar la verdad interior de lo sensible, trascendiendo su dimensión aspectual o superficial, a través de eso que hemos dado en llamar lo discursivo (es decir, aquello que se comporta como anti-discurso, y que aún siendo detectado no puede verse concretado).
Nos abonamos así a un planteamiento dentro del cual la imagen cinematográfica deja de ser discurso (y por tanto fracción aislable y funcional), para devenir impresión (unidad mental, esencialmente inestable y abierta que se resiste como buena muestra de ello nos dan algunos de los estudios de caso aportados a título de cita esclarecedora- al evidenciamiento).
Esta imagen cinematográfica, en nuestra opinión, debe dejar de estar asociada reductivamente a las nociones convencionales de cuadro, plano o, incluso, a la de cualquier otra unidad de acción dramática (como puede ser la escena o la secuencia) para abrirse paso al instante a todo aquello cuanto debe ser formulado y a cada paso resulta reformulado,
