Formas musicales dramatizadas como la copla, el tango o la canzone napolitana tienen su esplendor en la llamada por Hobsbawm ¿Época de las catastrofes¿. La copla concretamente es un género musical y literario que tuvo su momento de máximo esplendor durante la era de los totalitarismos europeos, en lo que se suele llamar periodo de entreguerras (1914-1945). Para comprender como la copla, como género trágico, es coherente con este momento histórico, necesitamos establecer no sólo una genealogía de la historia de la tragedia, sino una ontología de lo trágico en occidente que ponga en relación la radical historicidad de un género con su elaboración y apropiación por parte del pueblo. El gran hito de la cultura del siglo XX es la aparición de un arte eminentemente urbano, resultante de la revolución tecnológica, la democratización social, el triunfo del capital y el consumo artístico de masas, un arte diferenciado de la alta cultura y que se impuso definitivamente sobre esta última. Este es el espacio de la copla.
La copla está asociada a la tragedia a través de cuatro perspectivas. La primera es la histórica: nace en el momento histórico de la tragedia europea, en lo que Hobsbawm denomina Era de las Catástrofes, y tiene su máximo esplendor en la misma, prolongándose hasta 1950, cinco años inserta en la llamada, también por Hobsbawm, Edad de Oro. En segundo lugar, la copla es trágica como lo es cualquier actividad intelectual de nuestra reciente contemporaneidad. Desembarazados, también trágicamente, de las ilusiones utópicas, la única vía de la creación es la trágica. Horkeheimer y Adorno, Benjamin o Berman, Arendt o Nietzsche: todos profundizan en la agonía, no distópica sino trágica, que envuelve la experiencia del hombre contemporáneo. Las famosas palabras de Gunter Anders ¿porque soy pesimista tengo esperanza¿, ilustran esta aporía del héroe trágico que debe perseverar en un futuro desprovisto de la ilusión redentora de un ideal. Esta crisis de la filosofía positiva de la historia colisiona también con la concepción marxista de la misma que se repensará en base a un siglo XX plagado de cataclismos, de grandes crímenes, de crueles imposiciones de intereses. Nombro el marxismo porque tal y como defiende el profesor Paul Fry la mayor parte, del pensamiento crítico, también en literatura, es de raíz marxista. En tercer lugar, la estructura formal de la copla es declaradamente dramática, en parte por la continuidad que supuso con formas escénicas como la tonadilla, la zarzuela, el género chico, el ínfimo. Esta estructura dramática nos permite hacer uso de los conceptos clásicos de la tragedia (coro, héroe, agonía, libertad) para analizarla. En último lugar tenemos la temática: los temas de la copla están dentro de lo que solemos denominar hechos ¿trágicos¿. En la última versión del Diccionario de la Real Academia, encontramos una acepción para ¿trágico¿ como ¿suceso de la vida real capaz de suscitar emociones trágicas¿, pero también ¿obra de cualquier género literario o artístico en la que predominan rasgos propios de la tragedia¿. Bajo el concepto tragedia se confunden múltiples aspectos: como señala Raymond Williams en Modern Tragedy, ¿We come to tragedy by many roads. It is an inmediate experience, a body of literature, a confict of theory, an academic problem¿ (Williams, 2006: 33). El sustrato ¿pre-trágico¿ (Ricoeur, 2011: 359) del siglo XX puede ser considerado el más trágico de los sustratos históricos. Comprender el porqué la producción artística de buena parte del siglo XX está atravesada por el sentimiento de lo trágico, pasa sin duda por asimilar dos hechos indisociables: la realidad trágica de una cultura en ciclos de crisis exponenciales, siempre más profundas, siempre más devastadoras, y la ontología de lo trágico que resulta de la experiencia de esta realidad.
Por otro lado la copla nace asociada a otros géneros y habitualmente copla y cuplé aparecen como sinónimos. Es el caso de la propuesta de Serge Salaün en El cuplé. Si quedan dudas a lo largo de su brillante desarrollo de esta propuesta, copla y cuplé como intercambiables, en la antología que facilita al final de su obra, de 84 composiciones al menos 25 tienen las características que nosotros asociamos con la copla española. Está entre ellas la celebérrima Bien pagá, ¡Justicia, Señor Alcalde!, de claro parentesco con Señor Sargento Ramírez, y otras con indudable sabor a romance: La duquesa torera, Flor de té, Agua que no has de beber, Mala entraña, Luis Miguel, hasta un total de veinticinco títulos. No encontramos, sin embargo, en esta antología ni María de la O, ni Rocío, ni Falsa Monea, a pesar de que fueron popularizadas en fechas anteriores a 1936, a excepción del último título que, por estrenarse Morena Clara en 1936, pudo ser popularizada con posterioridad. Pero más que pensar las ausencias, como señala el propio Salaün, es interesante ver las incursiones de obras tan cercanas a nuestro paradigma de copla.
En el presente trabajo distinguiremos entre copla y cuplé, porque creemos, que si bien comparten un recorrido histórico coincidente, ambas formas han llegado a nuestros días al menos parcialmente diferenciadas, a pesar de que el término cupletista o cupletera siga siendo utilizado para designar a los cantantes de copla, también llamados, con fuerte memoria histórica tonadilleras.
Cuando nos referimos a la copla estamos hablando de un género musical emparentado con la tonadilla, la zarzuela y el cuplé (Salaün, Casares, Román, Amorós). Este orígen híbrido de la copla española, las decisivas influencias que recibió de la zarzuela, el género chico, el género ínfimo, el flamenco, el cuplé o de la tonadilla nos permiten comprender mejor las características morfológicas y temáticas del género. La importancia y la complejidad del argumento, el rumor o la presencia directa del coro, la temática trágica (menos habitualmente melodramática y raramente cómica), la recurrencia de diálogos implícitos, etc, tienen mucho que ver con esta filiación teatral. Creemos que considerar el cuplé el origen de la copla española no da respuesta a los interrogantes sobre la estabilidad de su temática, ni demás características. Del mismo modo la tonadilla no explica tampoco por sí misma la emancipación de la copla española como género, por más que su estructura tripartita incluyese coplas tras la ¿introducción¿.
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