Debido a la pérdida de peso de las instituciones de la Primera Modernidad y a la intensificación de los procesos de individualización en las dos o tres últimas décadas, la tensión entre el suicidio como "arte de matar" y el suicidio como "arte de morir" ha alcanzado su punto más algido al mismo tiempo que se ha equilibrado la influencia social de sus polos, debido a una reciente sensibilidad respecto a la segunda que indica un cambio cualitativo en los valores de nuestro imaginario colectivo.
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