Las enfermedades cardiovasculares constituyen la principal causa de morbimortalidad en los países desarrollados. En España, el riesgo de muerte está disminuyendo por el mejor tratamiento de la fase aguda y la acción cardioprotectora de algunos fármacos. Sin embargo, la reducción de la mortalidad cardiovascular está acompañada paradójicamente de un incremento en la prevalencia de estas enfermedades, debido al aumento de casos crónicos y al envejecimiento de la población. La aterosclerosis, base fundamental de estas enfermedades, se caracteriza por el depósito focal de material lipídico (aterosis) y fibroso (esclerosis) en la capa íntima y media de las arterias. Se trata de una afección difusa, multisistémica y crónica que incluye al sistema vascular, inmune y al metabolismo, asociándose a un estado inflamatorio y procoagulante en todos los estadíos de la enfermedad. El proceso de iniciación, desarrollo y complicación de la trombosis coronaria aguda (aspecto de primer orden en el síndrome coronario agudo), se puede relacionar con la triada de Virchow, que hace referencia a alteraciones en el flujo sanguíneo (éstasis), en la pared del vaso y en los componentes sanguíneos como pre-requisitos para la formación de un trombo.
Como se ha descrito en estudios necrópsicos, las lesiones ateroscleróticas se inician a edades tempranas de la vida en forma de estría grasa y tardan varias décadas en desarrollarse hasta placas de fibroateroma. En los individuos de edad media o avanzada, estas lesiones se pueden complicar o inestabilizar bien por ulceración o rotura con trombosis sobreañadida, constituyendo el mecanismo patogénico principal del síndrome coronario agudo. Según los datos epidemiológicos, los factores de riesgo que ejercen más influencia sobre la enfermedad coronaria pueden variar entre los pacientes jóvenes con infarto (IAM) y los de mayor edad, así como la presentación clínica de los síndromes cor
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