Esta tesis doctoral analiza los cambios y continuidades identificados en el registro arqueológico de las comunidades protohistóricas del occidente de la Meseta desde una perspectiva social. Para ello, se parte de una conceptualización de la Edad del Hierro que vincula su inicio al trascendental proceso de sedentarización de la población en asentamientos estables, ocurrido en los siglos iniciales del primer milenio a.C., y su final a la importante reorganización territorial llevada a cabo por Roma en la zona a partir de la segunda mitad del siglo I a.C. Como marco espacial de este trabajo se ha escogido una zona amplia de la Meseta Occidental vertebrada por las alineaciones montañosas del Sistema Central y delimitada por los ríos Duero y Tajo.
Los principales objetivos que persigue esta tesis doctoral son: 1) ofrecer una visión actualizada de la arqueología de los grupos protohistóricos del occidente meseteño, centrada en sus patrones de poblamiento, las características de sus poblados y estructuras domésticas, sus necrópolis, sus producciones artesanales y sus modelos de organización social; 2) lograr una mejor caracterización de las diferentes tecnologías presentes en estas comunidades (fundamentalmente la alfarería, la metalurgia y la cantería); 3) analizar de manera diacrónica los mecanismos mediante los cuales el poder se ejerce, manifiesta y oculta en dichos grupos; 4) contrastar la idoneidad de los modelos sociales propuestos.
Para lograr estos objetivos se han empleado distintas metodologías, como el uso del concepto de cadena tecnológico operativa, para intentar reconstruir la secuencia de operaciones mediante las cuales la materia prima era transformada en un producto final. La utilización de dicha herramienta teórico-metodológica implica a su vez el empleo de analogías débiles procedentes de la etnografía y la incorporación de datos arqueométricos. En cuanto al análisis sobre el poder se ha recurrido a conceptos como el de capital simbólico, elaborado por Pierre Bourdieu. Finalmente, en el estudio de la organización sociopolítica de las comunidades estudiadas ha resultado fundamental la comparación de los rasgos sociales detectados a partir del registro arqueológico con distintos modelos antropológicos.
La Edad del Hierro en esta zona supone la plena sedentarización de los grupos humanos, que se apropiarán de manera efectiva del paisaje, a través de la construcción de poblados permanentes y necrópolis, así como de la configuración de los campos de cultivo y de las zonas de pastos. Durante este periodo asistimos a la emergencia de aldeas estables, que en un momento determinado se monumentalizan mediante el levantamiento de imponentes sistemas defensivos y, en algunos casos, dan origen a las primeras ciudades (u oppida) de esta zona. De igual modo, a lo largo de la Edad del Hierro las tecnologías artesanales pasarán de estar circunscritas fundamentalmente al ámbito doméstico a constituir auténticas industrias especializadas, desarrolladas por especialistas a tiempo completo en barrios específicos ubicados habitualmente en el espacio periurbano de los oppida. Este periodo parece corresponderse con un momento de crecimiento demográfico que posibilitaría la transformación de aldeas ocupadas por unos pocos cientos de efectivos en ciudades habitadas por miles de personas. Por último, en cuanto a su organización social se han podido constatar una serie de cambios significativos, ya que de las comunidades del Hierro I, que presentan unas élites sociales incipientes pero sin consolidar, se pasará durante el Hierro II a la conformación de sociedades fuertemente jerarquizadas dominadas por una élite guerrera y, posteriormente, con el surgimiento de los oppida aparecerán auténticas sociedades urbanas con sus propios órganos de gobierno.
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