Aunque la investigación sobre el Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) ha aumentado en una grandísima proporción en los últimos años, siguen siendo poco conocidos muchos aspectos relacionados con su fenomenología clínica, y los procesos involucrados en su inicio, desarrollo, y mantenimiento. Teniendo en cuenta las dificultades en la operacionalización de las preocupaciones dismórficas, de las evidentes similitudes entre estas y los pensamientos intrusos, y el hecho de que estos han sido propuestos como el punto de partida en el proceso de desarrollo del TDC en uno de los modelos explicativos más importantes del TDC, el objetivo general de este trabajo es obtener evidencias sobre dicho modelo. Por tanto, se analiza si las preocupaciones sobre la apariencia física características del TDC se experimentan bajo la forma de pensamientos, imágenes, impulsos o sensaciones intrusos e indeseados sobre la apariencia. Y a partir de aquí, explorar su posible papel en el origen y desarrollo de este trastorno, examinando el proceso por el cual los pensamientos intrusos sobre la apariencia se pueden convertir en preocupaciones clínicas dismórficas. Para llevar a cabo este objetivo se realizaron 4 estudios consecutivos, utilizando tres muestras distintas compuestas por: 583 participantes de población general, 77 participantes con riesgo a padecer TDC (población subclínica), y 9 pacientes con TDC. Además, dos instrumentos fueron diseñados específicamente para este estudio: el Inventario de Pensamientos Intrusos sobre el Aspecto Físico (INPIAF), y el Cuestionario de Habilidad Metacognitiva (CHM).
Los resultados de este trabajo apoyan la universalidad y dimensionalidad de los pensamientos intrusos relacionados con la apariencia, así como de sus consecuencias funcionales, comparables a las de los pensamientos intrusos de contenido obsesivo. Los datos obtenidos en este estudio también apoyan el supuesto de que las preocupaciones de contenido dismórfico se pueden operacionalizar como pensamientos intrusos, y de que aunque las preocupaciones por los defectos en la apariencia son universales, la diferencia entre estas y las preocupaciones clínicas dismórficas radica en la forma en que las personas valoran estos pensamientos y reaccionan ante ellos. Y con ello, la hipótesis de que los pensamientos intrusos relacionados con la apariencia, podrían tener el mismo papel que los pensamientos intrusos obsesivos en el desarrollo de las obsesiones en el TOC, lo que avala la inclusión del TDC como una modalidad de trastornos del espectro obsesivo-compulsivo. Estos resultados también apuntan a que la habilidad metacognitiva, especialmente la falta de confianza en la memoria y la auto-focalización en los pensamientos podrían estar implicados en la experimentación y la valoración de intrusiones relacionadas con la apariencia y de su escalada en preocupaciones clínicas dismórficas, mientras que la planificación y supervisión de los procesos cognitivos podría ser un factor protector.
Los resultados de este estudio son prometedores, aunque deben interpretarse con precaución ya que la muestra de pacientes utilizada fue muy pequeña, y limita la generalización de los datos obtenidos. En estudios futuros, es necesario contar con un mayor número de participantes. No obstante, acceder a pacientes con TDC no es fácil, y hacen falta más esfuerzos para que este tipo de pacientes lleguen a consultas especializadas de salud mental. Por otro lado, disponer de un instrumento fiable para detectar síntomas tempranos o prodrómicos de TDC en población general, dada la gravedad de este trastorno, constituye una aportación importante y novedosa de este trabajo.
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