El Procedimiento de Consecuencias Diferenciales (en adelante, PCD), es una técnica que nace desde la Psicología Básica y que ha demostrado ser útil para facilitar el aprendizaje discriminativo y la memoria operativa tanto en animales como en humanos.
Pero, ¿en qué consiste el PCD? Concretamente, se trata, en esencia, de incorporar a la estructura del condicionamiento operante un criterio de exclusividad para entregar las consecuencias; así, cada una de ellas solo podrá ser utilizada de manera específica para reforzar una determinada secuencia estímulo-respuesta (Trapold, 1970). En diversos estudios se ha observado que el uso de este procedimiento permite el aumento en el nivel de exactitud, el incremento de la velocidad de respuesta y una mejora en la retención de la información aprendida, lo que se ha denominado Efecto de Consecuencias Diferenciales (en adelante, ECD) (Trapold y Peterson, 1980).
En la actualidad existen dos propuestas teóricas complementarias que explican el funcionamiento de dicho procedimiento y respaldan su efectividad. La primera de ellas es la Teoría de la Expectativa (Trapold y Overmier, 1972). En ella se describe que la exclusividad en la administración de los reforzadores permite generar una representación mental (o expectativa) del reforzador que se encuentra vinculada al estímulo discriminativo. Esta expectativa se comportaría como un segundo estímulo discriminativo proporcionando información adicional que guía el proceso de elección de la respuesta (Overmier y Lawry, 1979; Peterson y Trapold, 1980; Trapold, 1970; Trapold y Overmier, 1972). La segunda propuesta, corresponde al Modelo de Memoria Dual, el cual fue desarrollado por la Dra. Savage y colaboradores (Savage, 2001, 2004; Savage y Langlais, 1995; Savage, Pitkin, y Careri,1999; Savage y Parsons, 1997, entre otros). Estos investigadores observaron que dependiendo del modo en que se administraban las consecuencias (con –diferencial- o sin –no diferencial- el criterio de exclusividad) se activaban diferentes estructuras corticales y distintos sistemas neuroquímicos.
Especificamente, en la condición no diferencial se activaría el hipocampo y el sistema dopaminérgico mientras que en la diferencial lo harían la amígdala y el sistema glutamatérgico.
Cabe mencionar que ambas teorías se sustentan en resultados obtenidos, fundamentalmente, en estudios realizados en laboratorios de experimentación animal. No obstante, y gracias a la investigación con pacientes que presentan alteraciones específicas (por ejemplo, adultos con diagnóstico de enfermedad de Alzheimer) y a los avances en el campo de la Neurociencia, específicamente, en el desarrollo de técnicas de neuroimagen, diversas investigaciones han aportado datos en los últimos años que apoyan los supuestos de estas dos propuestas teóricas que intentan explicar cómo funciona el PCD. En su conjunto, todos estos hallazgos permiten comenzar a plantearse el uso de este procedimiento desde una vertiente más aplicada que se refleje en propuestas con un marcado valor terapéutico y/o educativo.
Teniendo en consideración lo que acabamos de señalar, la presente tesis doctoral tiene por objetivo explorar, desde una propuesta ecológica, si el uso del PCD puede ser útil para atender a una necesidad cotidiana como puede ser aprender y recordar cuándo se debe tomar un medicamento. En otras palabras, nos preguntamos si los beneficios de este procedimiento podrían facilitar la adherencia al tratamiento farmacológico en adultos con envejecimiento normal o patológico. Para ello, simulamos diferentes situaciones que representan distintas estrategias utilizadas por los pacientes para seguir el consejo médico. Así, exploramos si el uso del PCD facilitaría el aprendizaje y el recuerdo de diferentes asociaciones entre (i) el nombre de un medicamento con una enfermedad, (ii) la imagen de una pastilla con el nombre de una patología y (iii) la fotografía de una píldora con la imagen del momento del día en que esta ha de ingerirse.
Cada uno de los cuatro estudios incluidos en esta tesis tenía la misma estructura la cual implicaba dos etapas; la primera, de aprendizaje (que podía contar con una o tres sesiones de entrenamiento dependiendo de la población objeto de estudio) y la segunda, de recuerdo (con dos test, a la hora y a la semana de haber finalizado la etapa de aprendizaje).
A modo general, los resultados obtenidos en los diferentes estudios nos permiten concluir lo siguiente: (i) el uso del PCD en adultos jóvenes y mayores, con y sin patología, facilita el aprendizaje discriminativo de situaciones que simulan estrategias que permitirían favorecer una mayor adherencia al tratamiento farmacológico, y (ii) por primera vez, se observan los beneficios de este procedimiento en dichas poblaciones en relación con la retención a largo plazo de la información aprendida.
Por último, y para concluir, características tales como la sencillez de su estructura y aplicación junto con los efectos que su uso genera (aumento del nivel de exactitud, incremento en la velocidad de respuesta, mejora en la memoria de trabajo y en la retención a largo plazo de la información), nos permiten proponer al PCD como una herramienta que podría ser utilizada terapéuticamente para facilitar la adherencia al tratamiento farmacológico así como, también, para estimular, potenciar o compensar las funciones de aprendizaje y memoria en adultos jóvenes y mayores con envejecimiento normal o patológico.
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