Desde su separación de España, en 18989, y especialmente desde su constitución como nación independiente en 1902, las relaciones de la nueva república de Cuba con su ex metrópoli pasaron a ser las de Estado a Estado.
El gobierno español estableció desde principios de 1899 un Cónsul general en La Habana para atender la gestión de los asuntos pendientes tras el final de la guerra y las cuestiones relacionadas con la importante colonia española residente en la isla, colonia que en los años siguientes se incremento de forma espectacular con motivo de la inmigración por motivos laborales.
Con el establecimiento de la nueva República, España elevó su representación oficial en la isla al nivel de Legación, comenzando propiamente las relaciones diplomáticas entre los dos países. A partir, sobre todo, de la documentación del Archivo del Ministerio español de Asuntos Exteriores, el presente trabajo analiza la evolución de esas relaciones hasta 1927, fecha significativa porque es el momento en que, tras la firma del primer acuerdo comercial general entre los dos países, se elevan al nivel de embajada las representaciones respectivas en La Habana, por parte española, y en Madrid por parte cubana. Se estudia la tarea llevada a cabo por los sucesivos representantes españoles ante el gobierno cubano, valorando su actuación, así como la labor de los consulados.
El trabajo pone en evidencia principalmente dos aspectos: la dependencia del gobierno cubano respecto de los Estados Unidos en sus relaciones con terceros países, debido a la inclusión de la Enmienda Platt; y la importancia del sector empresarial español en la Cuba independiente que actúa como el principal lobby dentro del país en lo que se refiere al diseño de la política económica y comercial, clave para entender la evolución de las relaciones diplomáticas entre España y Cuba en esta etapa.
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