En febrero de 1816, en alta mar, D. Pablo Morillo, general en jefe del ejército expedicionario español enviado por el rey Fernando VII a América, abría los pliegos sellados que anunciaban el destino final de dicha expedición: las selvas tropicales de Tierra Firme, y no el Río de la Plata como se creía en un principio.
Tras un amago de revuelta, hizo desfilar a los 60 buques que integraban la expedición por delante del navío almirante en señal de acatamiento.
Este suceso debió confirmar a Morillo lo dificultosa que iba a ser la coexistencia entre unos mandos militares -de menos de 300 hombres- en su mayor parte conservadores, y una tropa -de mas de 10.000-, curtida en la guerra de independencia española, de una ideología marcadamente liberal.
Esta fue la primera y última expedición enviada desde España hacia América para tratar de recuperar aquella parte de los territorios de la monarquía hispánica que, de los dos que la integraban, a decir de Montesquieu era la fundamental.
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