A raíz de los acontecimientos políticomilitares de la primera mitad del siglo VIII, en el espacio Bureba - Rioja, corredor que tradicionalmente ha comunicado el Valle del Ebro con el noroeste peninsular, se erigió una frontera que perduraría durante aproximadamente tres siglos. Esta frontera política, que dividiría primero el Reino de Asturias de al-Andalus, y después Castilla de Navarra, tendría también implicaciones y manifestaciones culturales, religiosas y étnicas, y es apreciable no sólo a partir de la fragmentada cronística y diplomática del periodo, sino también gracias a diversos registros onomásticos, sobre todo la toponimia. Así se resalta la importancia que tuvieron los oscuros acontecimientos del siglo VIII incluso en zonas que pronto se quedarían excluidas de, o periféricas a, al-Andalus, y muchos aspectos de la posterior historia de Castilla y de Álava, de Navarra y de la Rioja sólo se entienden con referencia a un periodo que daría origen, por ejemplo, a la onomástica semítica que se observa después en Castilla (y en León) y a la toponimia vasca que abunda en la Sierra de la Demanda.
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