Después de una larga decadencia, el arte del tapiz experimenta un renacimiento extraordinario en el siglo XX. España no fue ajena a este resurgir. Tras un periodo de titubeos en los primeros veinte años, las nuevas corrientes prenden en las manufacturas españolas que había sobrevivido a la ruina decimonónica, entre todas ellas destaca la Real Fábrica de Tapices. Gracias al esfuerzo conjunto de sus directores y de los artistas que pasaron por sus talleres -entre los que sobresalen Benedito y Vives en los años veinte; Morales, Domingo Fallola, Ariza en los cincuenta; Vaquero Turcios en los ochenta o Pérez Villalta a fin de siglo- los talleres logran en muchas ocasiones frutos artísticos notables, alcanzando en los años cincuentas y sesenta un momento de gran vitalidad.
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