El ritmo pertenece de forma natual al lenguaje, independientemente del idioma o la modalidad discursiva empleada, prosa o lírica.
El ritmo nace de la capacidad innata del hombre, que he llamado ""inteligencia auditiva"", que permite expresarse a través de los patrones naturales que conforman el impulso rítmico, como una sombra auditiva que añade información al sentido referancial, los autores estudiados tienen una base rítmica común: la cantidad no es relevante. La intensidad sí, el pie acentual percibido (yambo, troqueo...) es una inercia dominante en la pronunciación. El poder tonal contagia un aire distinto según la textura vocálica o consonántica de sus sonidos.
Las rimas internas conectan términos con sonoridad similar y los enlazan entre sí que a su vez guardan relación semántica contextual.
Contribuyen a la coherencia textual, a la comprensión global del texto. Las arquitecturas rítmicas se han visto en español a través de Gracián, Azorín y Borges; en inglés, con Capote y Chandler; en italiano, con Buzzati, Magris, Levi, Calvino y Pirandello; en francés, con Flaubert. Sus textos son fuentes inagotables de recursos sonoros porque ""escriben para el oído, utilizan la inteligencia auditiva.
La disposición de las ideas requerirá un ritmo (compacto, fluido, acelerado...) acorde.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados