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Resumen de Un espacio para la pérdida: una aproximación particularista al conflicto de valores

Claudia Compte Vives

  • A lo largo de esta tesis, defenderé una lectura de los conflictos de valores que asume la pérdida trágica como un hecho inevitable. Desde esta lectura, allí donde dos valores o demandas entran en tensión genuina, atesorar o responder a uno de ellos comporta renunciar al otro, sin que un premio ulterior compense el daño causado por la pérdida. Por más que un sujeto o una sociedad se esfuercen en buscar una resolución consoladora, es imposible proteger todos los valores en juego y atender a todas las necesidades que afloran en este tipo de situaciones. Por ello, si los valores involucrados en un conflicto tienen un peso central en la vida de las personas afectadas, esta tensión marcará de por vida su existencia como marca la biografía de Eneas, Antígona o Edipo.

    En el capítulo 2 presentaré con detenimiento la lectura reconciliadora del conflicto, una interpretación hegemónica del fenómeno que niega la irrupción inevitable de la pérdida trágica en este tipo de situaciones. A lo largo del capítulo, trataré de presentar esta lectura del conflicto como el fruto lógico de un conjunto de ideas dominantes en el pensamiento ético político de la mayor parte de las sociedades liberales occidentales. Estas ideas, que constituyen lo que Isaiah Berlin llama “el Ideal de la sociedad perfecta”, alimentan la fe en la posibilidad de consolar cualquier daño ocasionado en el seno de un conflicto.

    Para arrojar luz sobre la diferencia que existe entre la pérdida trágica y el tipo de pérdida que puede plantearse en el marco conceptual de la lectura reconciliadora, recurriré al libro de Job. Señalaré que la confianza en la preeminencia de un orden justo, garantizado por Jehová, invita al protagonista de la fábula bíblica a interpretar su pérdida utilizando conceptos como el de “sacrificio” o “castigo”, mediante los que el daño ocasionado por la pérdida se convierte en objeto de consuelo. Si el análisis que voy a desarrollar es certero, el texto bíblico transmite un mensaje refractario a la pérdida trágica: sugiere que incluso un ser humano que HA sido brutalmente golpeado por el conflicto, si considera su situación desde la perspectiva adecuada, descubrirá que su pérdida sólo es trágica en apariencia. En el análisis de la narración bíblica, también subrayaré el papel crucial que desempeña la idea de la perspectiva absoluta de la divinidad a la hora de sostener la fe en un orden cósmico que excluye la pérdida trágica. Esta observación será crucial a la hora de iluminar el papel análogo que juega la idea de imparcialidad en el tratamiento moderno-ilustrado de los conflictos en las posteriores secciones del capítulo. A partir de la lectura dos textos de Immanuel Kant, intentaré sostener que la lectura reconciliadora no sólo sobrevive a la crisis de la cosmovisión religiosa cristiana, sino que se convierte en objeto de fundamentación racional. La filosofía moral kantiana trata de secularizar y justificar racionalmente la confianza en el orden justo, sirviéndose de una noción que todavía hoy condiciona nuestro pensamiento ético: la noción de una perspectiva imparcial. A diferencia de la inescrutable perspectiva de la divinidad, esta es una perspectiva accesible a cualquier ser humano, que exige un ejercicio de abstracción valorativa: para adoptarla, una persona debe considerar la situación de conflicto sin tener en cuenta sus impresiones y sentimientos. Así, el precio a pagar por evitar la pérdida trágica es la deriva formalista del tratamiento de los conflictos y el rechazo de la experiencia de la víctima como base desde la que justificar posibles respuestas al conflicto.

    Mi acercamiento al planteamiento de Kant, como paradigma del tratamiento moderno del conflicto de valores, será crítico. Señalaré algunas aporías en su intento de justificación, sosteniendo que es la noción de imparcialidad la que se sustenta sobre la aspiración de consolar la pérdida y no al contrario. La plausibilidad del planteamiento kantiano descansa, en última instancia, en las premisas que el filósofo intenta fundamentar. Como señalaré, el reconocimiento de esta dificultad básica genera una escisión de posturas filosóficas central para entender el debate contemporáneo sobre el conflicto de valores. En concreto, da lugar a la aparición de una corriente escéptica que coincide con la lectura reconciliadora en la exclusión de la pérdida trágica pero niega la posibilidad de adoptar una perspectiva imparcial sobre el conflicto.

    En los capítulos 3 y 4 situaré el punto de mira de la reflexión sobre los enfrentamientos entre diferentes perspectivas valorativas que afloran a partir de los conflictos de valores. El caso del enfrentamiento entre Franz y Herman Kafka, tal cual queda reflejado en La carta al padre, servirá para reconocer la existencia de un conjunto de enfrentamientos interpersonales con respecto a los que la lectura escéptica parece plausible. Según el análisis escéptico, no es posible resolver racionalmente estas disputas, ya que no existe una valoración imparcial de las alternativas en juego en la que las personas involucradas puedan converger racionalmente.

    El primer paso que voy a dar para tratar de arrojar luz sobre este debate será identificar un conjunto de supuestos sobre los que basculan las posiciones reconciliadora y escéptica respecto de estos conflictos. De entre estos supuestos, el más importante establece que sólo el diálogo depurado de carga emocional puede servir de base a un encuentro racional. El siguiente paso consistirá en explorar diferentes elaboraciones de la noción conmensurabilidad (o comparabilidad) entre portadores de valor, esto es, de la relación que debe existir entre portadores de valor para que sea posible elegir racionalmente entre ellos. Después de realizar un breve recorrido por la bibliografía vigente al respecto, señalaré que las diferentes teorías parten del supuesto básico (CI): es posible determinar si una elección entre portadores es racionalmente justificable desde una perspectiva que no tiene en cuenta los rasgos particulares de las perspectivas afectadas por una elección, ni del contexto en que ésta tiene lugar. De acuerdo con este supuesto, una elección puede identificarse como elección racionalmente justificable con independencia del contexto concreto en que se realiza.

    A lo largo del capítulo IV, perseguiré dos objetivos principales. En primer lugar, HE elaborado un argumento con el que trato de mostrar que el supuesto CI es falso, ya que ninguna elección entre portadores puede considerarse racionalmente justificable sin tener en cuenta algunas consideraciones sustantivas relevantes. Así, sostendré que tanto la lectura reconciliadora como la escéptica se apoyan en una concepción errada de la justificación racional de las elecciones entre portadores de valor. Frente a la noción formalista de la justificación racional de las elecciones entre portadores que asumen ambas lecturas defenderé una concepción particularista, desde la que la que la racionalidad de cualquier elección entre de dos portadores de valor se establece atendiendo a factores sustantivos relevantes. Esta conclusión me llevará a cuestionar algunos de los supuestos identificados en el capítulo anterior, desde los que el diagnóstico escéptico del enfrentamiento de los Kafka resultaba plausible. La reflexión pausada a partir de otro caso de enfrentamiento, me llevará a considerar que la mera expresión de emociones a través de gestos, silencios, o comportamientos, puede fomentar un encuentro entre dos perspectivas enfrentadas, sin que sea necesario recurrir a la alternativa de un “acuerdo de mínimos”.

    En segundo lugar, defenderé que la concepción de la justificación racional que presuponen las lecturas escéptica y reconciliadora, fomenta una respuesta nociva ante los enfrentamientos que afloran a raíz de los conflictos de valores. Al justificar el esfuerzo por establecer comparaciones valorativas desde un punto de vista imparcial, en sentido moderno, esta concepción de la justificación racional evita que la atención de los sujetos del conflicto se centre en el daño que ocasionado por la pérdida trágica. En consecuencia, esta concepción de la justificación racional alimenta la tendencia a elaborar narraciones deformadoras sobre la experiencia del daño trágico por parte de los que no lo experimentan en su propia piel. De este modo, el sujeto trágico se ve sometido al aislamiento moral y queda en una situación especialmente vulnerable. Para evitar esta dinámica, al final del capítulo, insistiré en la importancia de cultivar una audiencia sensible y abierta a una lectura trágica del conflicto.

    En los capítulos 5, 6, 7 y 8 HE desarrollado un planteamiento análogo al anterior con respecto a los conflictos entre grupos culturales que comparten un mismo espacio de convivencia política. En este caso, utilizaré como punto de partida la experiencia deshumanizadora, que describiré como un modo de mirar a las personas en el que su humanidad no se reconoce plenamente. El caso de conflicto ocasionado por la publicación de unas viñetas en la revista francesa Charlie Hebdo servirá para poner en evidencia la constante reaparición de este fenómeno en las sociedades liberales contemporáneas. Como señalaré, la presencia del fenómeno pone en entredicho una extendida narración reconciliadora, según la que el sistema político liberal no sólo provee a las sociedades diversas con procedimientos que permiten solucionar racionalmente los conflictos interculturales, sino evitar que se produzcan pérdidas de carácter trágico en su seno. En el capítulo V, la irrupción reiterada de la mirada deshumanizadora en las sociedades liberales me llevará a cuestionar la verosimilitud de la narración reconciliadora. De la mano de Bernard Williams, presentaré el desafío que la alternativa escéptica relativista plantea ante este tipo de discurso, partiendo de algunos casos paradigmáticos de confrontación cultural. De acuerdo con la línea de pensamiento relativista, algunos de conflictos culturales ocultan un choque entre sistemas éticos inconmensurables. Esto supone que las perspectivas implicadas en ellos no pueden converger racionalmente en una solución común. El planteamiento de Williams me permitirá apuntar la relación de dependencia conceptual que existe entre la noción de inconmensurabilidad y la de imparcialidad. Tanto quienes defienden la posibilidad de resolver racionalmente los conflictos culturales sin lamentar pérdidas trágicas como quienes la niegan, asumen el supuesto SDI: un conflicto entre dos sistemas éticos con respecto a una acción o práctica sólo puede resolverse racionalmente si es posible fijar una descripción de tal práctica cuyo contenido no dependa semánticamente de términos morales particulares pertenecientes a ninguno de los sistemas.

    En los capítulos 6 y 7 analizaré algunas versiones representativas de las dos posturas dominantes en el debate respecto de la posibilidad de resolver racionalmente los conflictos éticos en los que hay involucradas diferentes perspectivas culturales: el universalismo, como postura coherente con la lectura reconciliadora, y el relativismo, como postura derivada de la lectura escéptica. En ambos casos, mi análisis perseguirá un doble objetivo: por una parte, señalar el compromiso de cada postura con la noción moderna de imparcialidad –a través del supuesto SDI-; por otra parte, presentar algunas objeciones relacionadas con la aceptación tácita de este supuesto.

    En el capítulo 6, analizaré las teorías universalistas de Martha Nussbaum y Thomas Scanlon, que ofrecen diferentes elaboraciones sobre las categorías o procedimientos éticos que podrían posibilitar una resolución racional reconciliadora de cualquier conflicto intercultural. Argumentaré que ambas teorías afrontan la dificultad de mostrar que es posible dar, en todos los casos relevantes, con una descripción del contenido del conflicto cultural que cumpla con las condiciones que impone el supuesto SDI. En la práctica, ambos planteamientos parecen verse atrapados en una objeción dilemática: o bien ofrecen descripciones del objeto de conflicto que resultan parciales o bien ofrecen descripciones que no captan el objeto del conflicto relevante. Por otra parte, a lo largo del capítulo 7, analizaré el planteamiento metaético de Gilbert Harman y, en menor profundidad, la propuesta de David Wong –dos teorías que pueden considerarse como representativas de la postura relativista. Según el análisis que Defenderé, la dificultad crucial que afrontan ambos planteamientos reside en dar cuenta de la posibilidad de identificar una tensión de carácter ético entre dos sistemas que son, en teoría, inconmensurables. En concreto, he señalado cuatro indicios empíricos que sugieren que las perspectivas implicadas en un conflicto cultural identifican su enfrentamiento como fruto de un disenso ético genuino -y por tanto, reconocen las motivaciones de sus adversarios como razones morales-. Las teorías relativistas parecen carecer de medios conceptuales con los que dar cuenta de esta fenomenología de forma satisfactoria. Finalmente, sugeriré que la solución a las aporías en las que incurren las teorías universalistas y relativistas pasa por rechazar el supuesto SDI y reconocer que para gestionar racionalmente un conflicto no es necesario que las partes implicadas acepten una descripción común del problema. Para reforzar esta sugerencia, reflexionaré a partir de algunos casos en que el manejo de un conflicto cultural parece racional y virtuoso a pesar de que el supuesto SDI no se cumple. En el capítulo 8, presentaré una razón adicional para rechazar cualquier tentativa de comprensión de los conflictos culturales que se apoye en el supuesto SDI. Más en concreto, intentaré mostrar que este supuesto fomenta la adopción de una mirada deshumanizante hacia la alteridad, siendo una de las causas que se esconden tras la irrupción de este tipo de mirada en algunos conflictos culturales contemporáneos, como el suscitado por las viñetas publicadas en la revista Charlie Hebdo. Según defenderé, el énfasis que la narración reconciliadora liberal pone en la necesidad de obtener descripciones imparciales del conflicto alimenta una mirada emocionalmente distante hacia los miembros de otros grupos culturales y dificulta el reconocimiento de su humanidad en un escenario de conflicto. En consecuencia, esta narración fomenta que los ciudadanos de las sociedades liberales que encajan en el perfil culturalmente dominante desarrollen una actitud de insensibilidad hacia las necesidades y demandas de los miembros de otros grupos culturales.

    Las reflexiones desarrolladas entre los capítulos 5 y 8 me levarán a concluir que el tratamiento virtuoso de los conflictos culturales exige la renuncia a la noción moderna de imparcialidad, una noción que presuponen las principales elaboraciones contemporáneas del liberalismo político. Por este motivo, defenderé la necesidad de elaborar una narración liberal alternativa, que asuma la experiencia del conflicto trágico entre formas de vida diversas como un hecho irreducible y que sólo cabe abordar satisfactoriamente desde una perspectiva situada y empática con respecto a la experiencia de las partes implicadas. Como señalaré al final del capítulo, perseguir este fin comporta cultivar públicamente virtudes como el autoconocimiento, la empatía, la imaginación moral o la escucha activa, así como crear espacios que favorezcan el desarrollo y el ejercicio de dichas virtudes.

    Por último, dedicaré un breve capítulo 9 a desarrollar algunas conclusiones globales finales. En primer lugar, reflexionaré sobre el grado en que el lenguaje -ordinario o técnico- puede condicionar un debate filosófico y sobre el papel que las personas que nos dedicamos a la filosofía podemos jugar a la hora de tratar de sortear esta dificultad. En este punto defenderé que si la filosofía analítica aspira a ampliar y profundizar nuestra comprensión del mundo debe mostrar una mayor disposición a la hora de cuestionar los supuestos inherentes a la terminología acuñada en el seno de los debates vigentes. Sugeriré, además, que para llevar a cabo este ejercicio puede ser muy útil mirar en la dirección de las artes, cuyo lenguaje elude con mayor facilidad los estereotipos deformadores.

    El segundo grupo de consideraciones versan sobre los efectos que la posibilidad de la pérdida trágica tiene sobre la vida de una persona, y constituyen una reivindicación adicional del valor de la lectura trágica frente a la lectura escéptica. En primera instancia, trataré de caracterizar la concepción de la realidad que deriva de la lectura escéptica y señalar la relación de dependencia que mantiene con respecto a la alternativa reconciliadora. En particular, argumentaré que la angustia existencial –la experiencia de vaciamiento de sentido de la existencia en su totalidad- es el resultado lógico de la frustración de las expectativas reconciliadoras. En segunda instancia, a partir del análisis de la psicología de algunos personajes dostoyevskianos, señalaré que la decepción escéptica legitima gestos y comportamientos que entrañan amargura: resentido hacia una realidad que no responde a la expectativa de consuelo, el escéptico trata de expiar su sufrimiento a través de la violencia hacia terceras personas.

    El contraste entre los héroes trágicos y los personajes que encarnan una forma de vida coherente con la lectura escéptica, me permitirá apuntar con mayor claridad las virtudes epistémicas y éticas de la lectura trágica del conflicto. Por último, en la sección que cierra el capítulo, seguiré fijándome en la acción heroica. El objetivo que perseguiré en esta última sección será tratar de elucidar una experiencia valiosa, la “intensidad”, que puede presentarse allí donde los conflictos se viven desde una perspectiva trágica. Argumentaré que esta experiencia implica una forma característica de disfrute o apreciación de lo valioso es ininteligible en un mundo que excluye la posibilidad de la pérdida trágica. En consecuencia, gozar de la experiencia de intensidad es una posibilidad que sólo tiene cabida en el marco de una comprensión trágica de los conflictos.


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