Reda Mohamed Mohamed Salem Elgharabawy
Las infecciones entéricas siguen siendo uno de los problemas más importantes de salud pública. La diarrea infecciosa es a nivel mundial la segunda causa de morbilidad y mortalidad infantil, con 4,6 millones de muertes de los aproximadamente un billón de episodios de diarrea al año reportados en niños. Según informes recientes de la OMS, 1,9 millones de niños menores de cinco años siguen muriendo de estas enfermedades cada año. Los principales síntomas clínicos de las infecciones entéricas incluyen los síntomas gastrointestinales y las afecciones sistémicas, pudiendo darse sucesivamente. El principal síntoma de afectación gastrointestinal es la diarrea. Otros síntomas frecuentes son fiebre, nauseas, vómitos y dolor abdominal, en función de los patógenos microbianos. Los brotes de infecciones intestinales se producen a través de la ingestión de alimentos o agua contaminados, transmisión vía fecal oral, o por contacto directo, persona a persona. En los países en vías de desarrollo los agentes causantes de las infecciones entéricas más recurrentes son las bacterias. Escherichia coli es una bacteria anaerobia facultativa predominante en la microbiota intestinal del colon en los humanos que con el paso del tiempo se asoció a la aparición de diarreas. Las bacterias E. coli diarreicas se clasifican en seis categorías; entre ellas destaca E. coli enteropatógena, EPEC. EPEC es la causa más importante de morbilidad y mortalidad en niños menores de cinco años en los países en vías de desarrollo. EPEC se adhiere a las células intestinales y mediante un sistema de secreción denominado tipo tres, inyecta las proteínas efectoras bacterianas que se transfieren al citosol de la célula hospedadora afectando a múltiples funciones fisiológicas que en última instancia conducen a la enfermedad diarreica. EPEC se adhiere a las células intestinales formando una lesión histopatológica caracterizada por la degeneración local de las microvellosidades de absorción, la adherencia intima de la bacteria a la célula hospedadora y la formación de una estructura rica en filamentos de actina denominada pedestal. La terapia de rehidratación oral y el suplemento nutricional se deben realizar antes de administrar ningún otro agente terapéutico. Los antibioticos se requieren para el tratamiento de la gastroenteritis bacteriana en aquellos pacientes que sufren complicaciones graves, como por ejemplo pacientes donde la enfermedad se ha expandido por el organismo provocando sepsis. Generalmente, el tratamiento antimicrobiano consigue prevenir la progresión de la enfermedad. La aparición de resistencia bacteriana frente a los agentes antimicrobianos, particularmente de cepas de E. coli, se ha incrementado a nivel global. Un gran número de cepas bacterianas están mostrando ser resistentes a prácticamente todos los agentes terapéuticos disponibles. De este modo, el problema ha ido aumentando durante décadas, y hoy en día muchas infecciones comunes se están convirtiendo en infecciones difíciles o incluso imposibles de tratar, y así una infección común potencialmente mortal puede convertirse en una amenaza para la vida de la persona. Por lo tanto, hay una continua necesidad de buscar nuevos agentes antibacterianos para superar la resistencia a los antibioticos. El uso de plantas medicinales para el tratamiento de las enfermedades es una práctica arraigada en las distintas culturas desde la antigüedad. Cerca de 1.500 especies de plantas medicinales y aromáticas son ampliamente utilizadas en distintos países Europeos. En los últimos años, metabolitos secundarios como compuestos fenólicos, terpenoides, flavonoides y alcaloides han recibido una gran atención debido a sus diversas funciones biológicas. Por todo ello, en esta tesis hemos estudiado las propiedades antimicrobianas de una selección de extractos de plantas medicinales frente a diversas cepas de bacterias patógenas, 12 Gram positivas y Gram negativas en total, y 3 levaduras.
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