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El contenido de las defixiones en el occidente del Imperio Romano

  • Autores: Celia Sánchez Natalías
  • Directores de la Tesis: Attilio Mastrocinque (dir. tes.), Francisco Marco Simón (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Zaragoza ( España ) en 2013
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Roger Tomlin (presid.), Silvia María Alfayé Villa (secret.), Alfredo Buonopane (voc.), Francisco Beltrán Lloris (voc.), Jaime Alvar (voc.)
  • Materias:
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  • Dialnet Métricas: 1 Cita
  • Resumen
    • INTRODUCCIÓN Este trabajo, nacido en 2007 el seno del proyecto de investigación "Espacios de la magia, superstición y poder en el Occidente del Imperio Romano", centra su interés en las defixiones latinas, bilingües y pertenecientes a epigrafías epicóricas (oscas, etruscas y celtas) halladas en la pars occidentalis. Objetivo fundamental del mismo es el análisis del contenido de las tabellae a nivel histórico y cultural, atendiendo de forma expresa al contexto en el que surgen.

      DESARROLLO TEÓRICO Con este propósito, punto de partida inexcusable ha sido la confección de un catálogo donde compilar todas las piezas publicadas desde 1904 (año de edición de la obra de Audollent) hasta otoño de 2012 . Este catálogo comprende las provincias del occidente a excepción de la Proconsularis Zeugitana y la Byzacena, que si bien en inicio formaban parte del mismo, finalmente han sido excluidas por motivos de honestidad científica . Por otra parte, y siendo un cojunto tan nutrido como disperso, es necesario señalar que ha sido imposible aplicar un criterio epigráfico estricto al catálogo, lo que implica tanto la ausencia de aparato crítico como el hecho de que sólo algunas piezas han sido objeto de autopsia.

      Las tabellae se organizan siguiendo un criterio geográfico, ordenadas por provinciae y lugar de hallazgo (según topónimos actuales). La ficha tipo consta de cuatro apartados básicos: el encabezamiento, donde figuran datos generales de interés (como lugar de hallazgo y conservación, datación, medidas, tipo de soporte y -cuando es posible- número de inventario), la lectura (extraida de la edición que aparece subrayada en la sección bibliográfica, donde se marca con un asterisco el autor del dibujo que -en numerosas ocasiones- ilustra el texto), la bibliografía (sistematizada según el modelo anglosajón) y el comentario (donde se tratan aspectos como las circunstancias de hallazgo y las características formales de la pieza y del epígrafe -ordinatio, fórmulas, vulgarismos,...-, la manipulación ritual de la tabella y -en algunos casos- la traducción del texto).

      A partir de los datos extraidos del catálogo, se ha elaborado el estudio que lo precede. Este, iniciado con un breve repaso de la historia de las investigaciones en torno a las defixiones, trata cuestiones como su definición, los tipos de soporte empleados, la redacción de los textos, la manipulación ritual, los contextos de hallazgo, la taxonomía, el panteón invocado y la cartografía de su empleo en el Occidente Romano; aspectos de sumo interés que sin duda subrayan la riqueza de las defixiones como fuente histórica.

      CONCLUSIONES 1. Concebidas como un método de ¿justicia individual¿ tan ilícito como temido , las defixiones respondían -por lo general- a propósitos que los defigentes no podían alcanzar mediante las vías legales dispuestas por la autoridad, materializando así sentimientos como la envidia, el rencor, el deseo, la rabia o el temor. Difundidas por el occidente latino al ritmo de los procesos de conquista y ¿romanización¿ del territorio, las execraciones son un producto cultural ¿vivo¿ que, presente durante más de un milenio, se desarrolla y evoluciona de forma simultánea a la propia historia del imperio. Así, las tabellae serán adoptadas pero también adaptadas por las diferentes sociedades provinciales, cuyo reflejo se aprecia en cuestiones como el lenguaje, el panteón invocado, la manipulación ritual o los depósitos utilizados. El presente análisis, basado en 592 tabellae en su mayoría latinas (pero también oscas, etruscas y celtas), ha permitido inferir interesantes datos acerca de su empleo y evolución en el occidente romano.

      2. Por lo que respecta a los soportes, y si bien es cierto que el plomo es el medio predilecto para este tipo epigráfico, también lo es que existen testimonios literarios y arqueológicos que documentan la utilización de otros materiales. Evidentemente, la relación entre el soporte y el conjuro no es en absoluto casual, ya que de la elección del primero dependerá el éxito de la actio magica. Dejando a un lado el plomo (de notables valencias negativas), esta vinculación queda patente en determinadas recetas de los PGM, donde se prescribe redactar ag¿gai sobre conchas marinas (símbolo de Venus), magnetita (de evidentes propiedades de atracción) o alas de murciélago (el animal nocturno por antonomasia, resultaba idóneo en un conjuro que pretendía provocar el insomnio de la víctima ¿hasta que de su consentimiento¿ ).

      A nivel arqueológico, la relación entre soporte y hechizo es evidente asimismo en las defixiones de Mérida y Pompei 2 (redactadas sobre placas pétreas porque los defigentes querían que fuesen expuestas en público), o en Roma 1 y 15 (inscritas sobre objetos que sirvieron para establecer una analogía persuasiva con la víctima del conjuro). Pese al notable interés de estas alternativas, hay que admitir que las mismas conforman una ínfima minoría frente a la gran mayoría de defixiones, redactadas sobre plomo. Este metal, el soporte por antonomasia, es el material más recomendado por los PGM y también el más atestiguado arqueológicamente, ya que a su disponibilidad y fácil empleo, se suman una serie de connotaciones que, como bien sabían los defigentes, garantizaban el éxito de la praxis.

      3. Una vez elegido el soporte, el conjuro era inscrito pero también pronunciado, dado que en la Antigüedad escritura y oralidad eran dos técnicas cuyo poder residía en su valor performativo, con las consiguientes valencias que -en términos mágicos- implicaba. La primera de ellas, conocida literariamente a través de la Lex Duodecim Tabularum (donde ya se sancionaba a ¿qui malum carmen incantassit¿) y de los PGM (en los que se recogen numerosas recetas donde se prescribe la recitación de fórmulas durante la manufactura o el depósito de las tabellae), constituye una parte esencial de la actio magica. Complemento de la misma es la escritura, una técnica mediante la cual todo lo designado (el execrado, y con él sus acciones, sus posesiones, su vida y su destino) quedaba ineludiblemente fijado al soporte, y de este modo, constreñido al maleficio.

      Por razones obvias, la parte inscrita de la defixio es la única conocida a nivel arqueológico, y tiene como elemento principal al texto que, si bien suele discurrir de forma consuetudinaria, en ciertas ocasiones presenta ordinationes atípicas o interesantes combinaciones de lenguas y escrituras. Por lo que respecta a las primeras, estas se atestiguan en un 14¿04% de las piezas, y tienen su origen en el principio de analogía persuasiva. Entre las ordinationes anómalas más frecuentes está aquella en la que el texto discurre en sentido contrario al habitual, (como en las tabellae oscas redactadas en sentido dextrorso, o en las latinas inscritas en sentido sinistrorso), y también la ordinatio a modo de ¿cerco¿ (típica de las provincias norteafricanas): en ella una parte del texto rodea el campo epigráfico principal, cuyo contenido quedaba así confinado de forma simbólica.

      En cuanto a las combinaciones de lenguas y escrituras, estas se documentan en un 9¿45% de las piezas, datables mayoritariamente en época altoimperial. Aplicando la división de Adams para su estudio del bilingüismo en la antigüedad, es posible distinguir tres tipologías: bilingües, mixtas y de transliteración. Por lo que al grupo bilingüe se refiere, a este pertenecen los epígrafes donde se emplean dos lenguas diferentes para expresar un mismo mensaje, tal y como sucede en la defixio de Barchín del Hoyo, único ejemplar de esta categoría.

      Más prolífico es sin duda el tipo mixto, en el que se utilizan varias lenguas para exponer contenidos de diversa índole, por lo general en un intento por reforzar el poder mágico del texto. La mezcla más habitual es la de latín y griego, siendo esta última lengua la utilizada para redactar fórmulas completas o ciertos ¿tecnicismos¿ (como los nombres de daemones o voces magicae), siendo raras las ocasiones en las que se combinan otras lenguas, como latín y osco o latín y celta . Por otra parte, dentro del grupo mixto, hay que destacar fenómenos minoritarios, como la adopción de préstamos lingüísticos o el ¿alphabet-switching¿, que denotaría el origen extranjero de un scriptor que no domina a la perfección la lengua utilizada para redactar la tabella.

      Por lo que respecta a los textos transliterados, estos contienen inscripciones transcritas a un sistema de escritura ajeno a su lengua de origen. Esta tipología, bastante reducida, consta de cuatro defixiones latinas que fueron transcritas al alfabeto griego , y otras tantas tabellae en las que una parte o la totalidad del texto griego fue transliterado al alfabeto latino . El empleo de la transliteración en estas piezas sería eminentemente ritual; su uso estaría destinado a acrecentar el poder mágico del texto, y quizá también a facilitar la comunicación con las potencias invocadas.

      En determinadas ocasiones, el texto de las tabellae se encuentra intrínsecamente relacionado con otros elementos de notable interés, como iconografía, voces magicae, palíndromos... Estos componentes se documentan por lo general en execraciones procedentes de Italia y Norte de África, datadas en su mayoría en época altoimperial y tardoantigüa. Las imagines magicae, atestiguadas en un 6¿58% de las tabellae, representan tanto a las víctimas como a las potencias invocadas, siendo escasas las ocasiones en las que ambas figuras aparecen juntas en una misma pieza. Más extrañas son todavía son las imprecaciones en las que se representan otros motivos relacionados con el conjuro (como la planta del circo, cestos o cercos, cuerdas entrelazadas, etc.). Los charaktêres, documentados en un 8¿44% de las piezas, son considerados producto de la imitación de sistemas gráficos foráneos (como jeroglíficos egipcios o determinadas letras de los alfabetos grecolatinos). Hasta la fecha, se conocen un millar de signos distintos, de los que sólo dos series de 12 y 30 se repiten más de 15 y 10 veces respectivamente, lo que indicaría que -con frecuencia- eran creados ex professo para cada ocasión. Junto a esos elementos pueden aparecer otras voces magicae, como onómata barbariká, palíndromos, las siete vocales griegas o el alfabeto. A excepción de los onómata (atestiguados en una treintena de tabellae), la presencia del resto de voces dentro del conjunto del occidente es casi anecdótica, aunque no por ello irrelevante, ya que al ser pronunciables, formaban parte esencial de la dimensión oral de la actio magica.

      Por último y en cuanto a las fórmulas empleadas, estas han sido analizadas y clasificadas por Faraone y -especialmente- Kropp. Por lo general, existe común acuerdo entre los investigadores en aceptar que la más sencilla forma de execración consiste en la mera inscripción del nombre de la víctima, ya que siendo el antropónimo una parte consustancial al individuo, con la inscripción del mismo sobre plomo este quedaría indisolublemente ligado al conjuro. Junto a este método, no obstante, surgieron y se desarrollaron fórmulas más complejas, entre las que Faraone distingue tres categorías: la de execración directa, la de plegaria y la del tipo similia similibus (o de deseo). Kropp, sin embargo, diferencia cuatro tipos de fórmulas: la de manipulación, la de entrega (ambas se encuadrarían en el primer tipo establecido por Faraone), la de petición (análoga a la fórmula de plegaria) y la de maldición.

      4. Tras la redacción de la tabella, en ocasiones, esta era manipulada a nivel físico, en una operación que podía responder tanto a intenciones rituales como meramente prácticas. Las principales técnicas documentadas son el plegado, el enrollado o el enclavado de las piezas, que podían realizarse de forma conjunta o por separado, tal y como se prueba en un 53¿13% de las piezas.

      De todas ellas, el plegado es la operación más frecuente (atestiguada en 171 piezas), y se documenta desde el S. IV a. E. hasta el S. V d. E. No parece clara la razón última que motiva esta técnica, que quizá podría estar destinada a proteger el texto de posibles desperfectos; o incluso a facilitar el transporte de la tabella desde el lugar de redacción hasta el espacio donde era depositada. El enrollado de las imprecaciones, documentado en 88 casos datables entre los siglos IV a. E.-IV d. E, destaca por su asiduidad en las provinciae norteafricanas, donde, muy probablemente, servía para facilitar el depósito de las defixiones (por lo general introducidas en los tubos de libaciones de las tumbas). El enclavamiento de las piezas, gesto simbólico mediante el cual se materializa el acto mismo de la defixio, podía acompañar al plegado o enrollado de la execración. Paradójicamente, este se documenta en 67 piezas, datadas entre los siglos IV a. E.-V d. E. Por otra parte, hay que señalar que a estas técnicas, se suman otros modi operandi, minoritarios pero de extraordinario interés, como serían cortar, quemar, golpear o coser las tabellae. Estas acciones, eran con probabilidad entendidas en clave de magia simpática, por lo que los defigentes creerían provocar en las víctimas del maleficio los mismos daños que estaban infligiendo contra las tabellae.

      5. Concluida la manufactura de la defixio, el último estadio que debía atravesar para su activación era el depósito en determinados contextos (como necrópolis, santuarios y espacios acuáticos o próximos a la víctima). La definición de los mismos resulta bastante compleja, ya que -en ocasiones- estos se superponen, dando lugar a nuevos contextos, ¿mixtos¿ y polisémicos, aptos para las prácticas mágicas por muy diferentes motivos. Por otra parte, en su definición influye también el marco histórico en el que se encuadran, y del que deriva la interpretatio cultural a la que -de algún modo- están sujetos .

      El primero de los contextos a tener en cuenta es el ámbito funerario, formado por todos aquellos espacios presididos por los muertos prematuros, como necrópolis, spoliarium o determinados contextos acuáticos. Por lo que respecta a las primeras, de estas proceden un 30% de las tabellae del occidente, datables en su mayoría en época republicana y altoimperial, y concentradas en provinciae como Italia, Hispania o el Norte de África. El empleo de las necrópolis como depósito radica en un intento por parte del defigens de contagiar de miasma a sus víctimas (que se transmitiría a través del nombre de execrado) más que de comunicarse con las potencias del inframundo, y así lo demostraría la ausencia de invocaciones a estas últimas en la mayor parte de los textos. El contagio de miasma, que se lograría con el mero depósito de las tabellae en áreas necropolitanas, era en ocasiones deliberadamente buscado por los defigentes, que colocaban las piezas no sólo en proximidad de las tumbas, sino también en el interior de las mismas, hasta llegar al contacto directo con los restos del difunto.

      El ámbito acuático, del que forman parte ríos, manantiales, fuentes, mares, corrientes, etc., es uno de los depósitos más complejos del occidente latino. Su empleo ha sido interpretado de diversas formas: en términos de magia simpática, asociando la frialdad del agua con la intención de ¿helar¿ simbólicamente a las víctimas del maleficio; como medio de comunicación con las potencias infernales; o incluso como un espacio homólogo al ámbito funerario, al estar ocupado por atélestoi (ahogados por lo general) que ayudarían al defigens en sus oscuros propósitos. Estas interpretaciones, no obstante, son contrastables sólo a través de los textos, que normalmente omiten las causas que motivaron el depósito de las imprecaciones en un determinado espacio. Sin embargo, la observación de estas defixiones desde una perspectiva arqueológica evidencia que los contextos ¿acuáticos¿ pueden dividirse en dos categorías, dependiendo de si son considerados o no como espacios sagrados. De este análisis se desprende que -salvo raras excepciones- la mayor parte de tabellae fueron depositadas en contextos acuáticos consagrados a una determinada divinidad, lugares que, por tanto, deben ser estudiados no como ámbitos acuáticos, sino como espacios de culto propiamente dichos.

      Así las cosas, y por lo que respecta al ámbito sagrado, este es sin duda el depósito por antonomasia dentro del occidente romano. En él se hallaron un 50¿19% de las piezas, procedentes en su mayoría de las provinciae más septentrionales del imperio, como Britannia y Germania. Por su cronología, y aunque la primera tabella del occidente depositada en un santuario se data en el S. IV a. E. (cfr. Roccagloriosa), será sólo a partir del S. I d. E. cuando este depósito se utilice en mayor medida. Evidentemente, su empleo radica en un intento de comunicación por parte de los defigentes con las divinidades invocadas, que son a su vez titulares del santuario. Rasgo característico de este ámbito es su heterogeneidad, ya que no sólo está compuesto por espacios edificados (como fuentes, pozos rituales, santuarios y templos -de los que proviene la casi totalidad de defixiones halladas en ámbito sagrado-), sino también por sedes naturales propias del ámbito céltico (como rías, cursos fluviales o playas).

      Cierran la nómina de los contextos arqueológicos los espacios próximos a la víctima, ámbitos como su domicilio o lugar de trabajo, en los que la distancia entre la defixio y el execrado era mínima. Discernir cuál es la causa última que motivaba la elección de este depósito es una cuestión difícil de resolver, ya que tan escasas son las fuentes literarias como mal conocidos los hallazgos arqueológicos. En el occidente romano, tan solo un 8¿1% de las piezas -datadas en época altoimperial y, sobre todo, tardoantigua- proceden de este depósito, que puede subdividirse en dos espacios: doméstico y agonístico. El primero de ellos, muy heterogéneo a nivel arqueológico, podría tener cierto vínculo con el ámbito funerario, si -tal y como sucede en el famoso caso de Germánico- el depósito de la tabella se acompañaba de restos humanos.

      Por lo que se refiere a las defixiones procedentes de espacios agonísticos, estas se concentran en circos y -especialmente- anfiteatros. Del primero de ellos proceden una serie de tabellae agonísticas de Cartago, que fueron depositadas en puntos liminales del recinto, en torno a las carceres y a la spina, donde se desarrollaban momentos cruciales de la carrera. Más abundantes son, sin embargo, las tabellae halladas en anfiteatros, cuyo depósito en este edificio podía deberse tanto a su conexión con el ámbito ctónico (sin duda presidido por biaiothánatoi, igual que el circo), como a la valencia religiosa del lugar.

      6. Atendiendo al contenido de los textos, es posible agrupar las defixiones en diferentes categorías, cuya taxonomía fue establecida por Audollent en 1904. No obstante, y como este autor reconocía, la gran mayoría de piezas (en la actualidad, casi un 60%), fueron redactadas por motivos desconocidos. En ellas, sólo el defigens y quizá las potencias invocadas sabían la razón última que había provocado la inscripción de las tabellae, cuyos términos quedaban fijados en un acuerdo tácito de compleja interpretación.

      No obstante, dentro de la parquedad de estos textos, se dan diferentes grados: los más sencillos recogen simple y llanamente el nombre de la víctima (en nominativo o en acusativo, en solitario o formando un elenco), siendo esta una ¿técnica¿ documentada entre los S. IV a. E. y IV d. E. en todas las provinciae del imperio, aunque con especial incidencia en Italia, Britannia y Germania. En textos más elaborados, el antropónimo va seguido de una fórmula de entrega a las divinidades invocadas mediante verbos como mando, commendo o devoveo, consignando -en ocasiones- a los execrados como auténticas víctimas sacrificiales. Más nutridos e imaginativos son, sin duda, los textos en los que propios defigentes plantean a las divinidades invocadas las puniciones que debían sufrir las víctimas. Estos castigos, por lo general corporales, pueden estar además acompañados por la ruina económica de los execrados. Así, y si bien es cierto que los comitentes se conforman con que sus víctimas sufran enfermedades de carácter físico o psíquico, también lo es que, en buena parte de los casos, estos solicitan la pena capital. Dejando a un lado las defixiones redactadas por motivos desconocidos, las tabellae restantes (un 40%) presentan textos afortunadamente más locuaces, que pueden dividirse en cuatro categorías fundamentales: tabellae eróticas, agonísticas, judiciales y defixiones in fures.

      En cuanto a las execraciones eróticas se refiere, estas constituyen un pequeño grupo de 21 ejemplares datados -casi en su totalidad- en época altoimperial, procedentes en su mayoría del Norte de África. De ellas, cinco pertenecen a la esfera de las diakopoi: destinadas a impedir una relación amorosa; en ellas el defigens solicita por lo general que el odio surja entre sus víctimas, que -en ocasiones- se verían además afectadas por ciertas disfunciones físicas. Las dieciseis tabellae restantes son ag¿gai, execraciones cuyo objetivo es inducir la pasión en la persona amada. Procedentes salvo dos excepciones de las provincias norteafricanas, estas piezas presentan formularios muy similares a los documentados en los PGM, donde el enamoramiento se presenta como una patología. En virtud de esta, las víctimas sufrirían la paralización de sus funciones vitales, olvidando a sus seres queridos hasta verse arrastradas ante la persona amada por una ardiente e irrefrenable pasión.

      Por lo que respecta a las defixiones agonísticas, surgidas al calor de la competición deportiva (principalmente juegos anfiteatrales y circenses), estas suman un total de 38 ejemplares, procedentes en su mayoría del Norte de África. Entre las excepciones se documenta Roma 4 (perteneciente a la colección ¿sethiana¿, fue redactada contra Praesenticius, molinero que trabajaba para una de las cuadras de las factiones enemigas); y una defixio de la antigua Astigi (recientemente publicada, en ella se maldicen una grex, varias factiones, agitatores y quadrigae). Las restantes tabellae agonísticas, halladas en Hadrumetum y Cartago, se datan en época altoimperial y -por su contenido- pueden dividirse entre defixiones anfiteatrales y circenses. Las primeras, dirigidas principalmente contra venatores, fueron halladas a finales del S. XIX en lo que podría ser el spoliarium del anfiteatro de Cartago y componen un grupo de 55 piezas (de las que siete son latinas). Las defixiones circenses, destinadas a destruir las factiones enemigas, fueron depositadas casi en su totalidad en necrópolis. Estas piezas se redactaban tanto en latín como en griego, aunque cabe destacar el hecho de que las latinas se aglutinan en Hadrumetum, mientras que las griegas se concentran en Cartago. Al margen de la elección lingüística de los defigentes, la proximidad geográfica y cronológica de estas piezas pone de manifiesto la existencia de formularios comunes empleados por las diferentes officinae magicae que operaban en la zona (que en ocasiones se pueden singularizar a través de los charaktêres, los onómata o la iconografía representada en las propias tabellae).

      Las defixiones de carácter judicial son propias de una arena de competición ¿legal¿, los tribunales, espacios donde el desafío era una cuestión de retórica siempre sometida al veredicto del iudex. Su empleo, enmarcado en una dimensión emocional difícil de analizar pero en la que el temor, la culpa o la vergüenza a la deshonra pública desempeñan papeles esenciales, estaba destinado a favorecer la victoria del proceso. Dentro del occidente romano, se documentan 47 defixiones judiciales, concentradas en provincias como Italia, Africa, las Hispaniae y las Germaniae y datables en su mayoría en época altoimperial. No obstante, es necesario destacar que las primeras tabellae, de cronología republicana y procedentes de Italia e Hispania, surgen verosímilmente al calor del influjo griego. En estas imprecaciones, es frecuente definir a las víctimas como adversarius o inimicus, aunque en ocasiones se especifica además su participación en el juicio en calidad de testes, advocatus o iudices. Como bien es sabido, objetivo principal de estas tabellae era el enmudecimiento de las víctimas, que incapacitadas a nivel físico y mental gracias al poder del conjuro, estarían impedidas para testificar en contra de los defigentes.

      Por último, especial atención merecen las defixiones in fures, tabellae redactadas fundamentalmente contra ladrones, que -con 99 ejemplares- constituyen una de las tipologías más prolíficas dentro del occidente romano. En varios estudios, Versnel ha cuestionado la naturaleza imprecatoria de estas piezas, definiéndolas como ¿prayer for justice¿ y diferenciándolas de las defixiones ¿tradicionales¿ a partir de aspectos como las divinidades invocadas, el lenguage utilizado y la forma en la que el defigens se autorrepresenta. Pese a todo, estas divergencias -cuando menos cuestionables- en absoluto menoscaban los denominadores comunes que estas tabellae comparten con el resto de defixiones, tanto de carácter formal (soporte, depósito, etc.) como intencional.

      Las defixiones in fures, redactadas normalmente a consecuencia de un robo, tienen como propósito la recuperación del objeto sustraído y/o el castigo del culpable. Así, y salvo una veintena de piezas procedentes (en su mayoría) de las Hispaniae y Germania, el grueso de las defixiones in fures proceden de la Britannia de los siglos II-IV d. E. Al igual que sucede con las imprecaciones agonísticas del Norte de África, la proximidad cronológica y geográfica de las execraciones británicas las convierte en un grupo compacto donde es posible evidenciar no sólo expresiones atestiguadas en tabellae ¿continentales¿, sino también formularios propios de gran interés. Disposición fundamental de las mismas es la transferencia a las divinidades de una parte -o la totalidad- de la propiedad sustraída, convirtiendo así el robo en sacrilegio, y subrayando la impiedad del ladrón, que en ocasiones es consignado a las potencias invocadas como una auténtica víctima sacrificial.

      7. Al ser un medio de comunicación con la divinidad tan directo como privado, las defixiones constituyen un documento excepcional a través del cual observar las más íntimas formas de religiosidad de los devotos del occidente romano. A partir de las 592 tabellae estudiadas, hay que destacar que sólo en 371 ejemplares se conoce o, al menos, es posible deducir la potencia que estaba siendo invocada . Las 221 tabellae restantes -en ocasiones muy parcas o dañadas- omiten estas invocaciones, por lo que parece probable suponer que las mismas se realizaban oralmente, mediante la recitación de fórmulas similares a las atestiguadas en los PGM.

      A través de las defixiones que recogen teónimos u otras referencias a las potencias invocadas, es posible documentar un amplio repertorio de dioses, semidioses, daemones y otros seres sobrenaturales de carácter grecolatino, indígena u oriental. En virtud del llamado proceso de ¿romanización¿ los numina grecolatinos comparecen en todo el occidente, siendo las potencias ctónicas un grupo compacto y asiduo que se documenta ya en los S. IV-III a. E., quizá como producto del influjo heleno. Las divinidades uránicas comparecen por lo general en tabellae de época altoimperial, -en ocasiones- por su idoneidad para cumplir con los propósitos del defigens, o como respuesta a un determinado culto local.

      Por otra parte y en cuanto a las divinidades indígenas, estas se documentan en tabellae altoimperiales procedentes de Hispaniae, las Galliae, Britannia, Raetia y la Pannonia, al ser las defixiones la expresión más ilícita y sumergida de la ¿romanización¿ religiosa. Las imprecaciones, ajenas a las sociedades provinciales, fueron sin embargo adoptadas por estas para comunicarse en ocasiones con sus propias divinidades, quizá consideradas más ¿fiables¿ por algunos defigentes. A partir de las invocaciones atestiguadas, es posible distinguir dos tipos de apelaciones: las interpretationes y las dirigidas a una divinidad indígena, bien de forma exclusiva o bien junto a otras potencias clásicas.

      En lo que a las potencias orientales se refiere, destacan entre otras Cibeles, Atis, Isis, Seth, Cristo o el demon Abraxas, cuyos cultos se asentarán en la urbs Roma a partir de finales del S. III a. E. Su presencia se documenta en un conspicuo grupo de defixiones procedentes de diferentes provinciae del occidente latino. Entre ellas, destacan los conjuntos del santuario de Isis y Mater Magna (de época imperial, en él se apela fundamentalmente a Cibeles y Attis) y Anna Perenna (Roma, donde se documentan invocaciones a Abraxas, Cristo y Seth). Por otra parte, merece especial atención el Norte de África, en cuyas tabellae se da una fuerte tendencia a apelar a daemones en lugar de divinidades, preferencia que quizá podría tener su origen en la magia greco-egipcia, donde (y en consonancia con las de los PGM) estas potencias desempeñan un papel esencial.

      8. La difusión de las defixiones por el occidente latino ha sido vinculada tradicional y lógicamente a la conquista y ¿romanización¿ del territorio. Pese a ser una de las facetas más clandestinas e ilícitas de este proceso, ya condenada por la autoridad desde -al menos- la Lex Duodecim Tabularum, la praxis de redactar maldiciones sobre plomo se difundirá de forma lenta pero inexorable por todo el occidente latino.

      Dejando a un lado las 114 tabellae carentes de datación (que suponen un 19% del total), a partir de las 478 restantes ha sido posible realizar un estudio cartográfico de la difusión de este hábito, en el que se distinguen tres fases claramente diferenciadas.

      La primera de ellas, en la que se datan el 7% de las imprecaciones, abarca en su cronología desde la República hasta el Principado de Augusto. Durante este periodo, el origen de la praxis aparece estrechamente vinculado a la esfera helena radicada en la Magna Grecia. Así, las más antiguas defixiones redactadas sobre plomo -datables en el S. IV a. E.- provienen de los asentamientos lucano-bretios del meridión itálico (Roccagloriosa, Tiriolo, Ciro Marina), donde el contacto con los griegos a través de las rutas de colonización dejará su impronta también en el ámbito de la magia. Más tarde, este influjo se hará presente en el norte de África (Cartago), e Hispania (Ampurias, Córdoba y Carmo), donde esta relación será el germen que permitirá la paulatina difusión de las defixiones en las provincias mediterráneas hasta época augústea, y su influjo aparecerá reflejado en las fórmulas y ordinationes empleadas o en los depósitos de las propias tabellae.

      Ya en el Alto Imperio, el empleo de las defixiones alcanzará su cénit, tanto a nivel cuantitativo (con un 58% de las piezas) como a nivel geográfico, abarcando la mayor parte de las provinciae del occidente romano. Esta propagación se asocia, evidentemente, con el proceso de ¿romanización¿ del occidente, ya que las legiones aportarán esta praxis como una parte más de su bagaje cultural. Las defixiones serán así adoptadas y adaptadas por las sociedades provinciales, que dejarán su huella en aspectos tan interesantes como la onomástica, la invocación a divinidades indígenas o el reflejo de las epigrafías epicóricas, cuestiones todas ellas muy presentes en las execraciones halladas en las Galliae y Britannia. Por otra parte, y a modo de ¿Roman Epigraphic Habit¿ sumergido, el elevado número de tabellae datables en este período evidencia la difusión de la escritura o, al menos, de unas nociones básicas. Durante esta etapa, y si bien es cierto que una tupida red de yacimientos se extiende desde la antigua Salacia (Alcácer do Sal) hasta los Agri decumates, también lo es que una buena parte de las defixiones se concentrarán en cinco grandes focos. Así, los santuarios de Bath, Uley y Mainz canalizarán básicamente cuestiones relacionadas con la justicia, mientras que en Cartago y Susa se vertebrarán las pasiones de carácter erótico y agonístico.

      La tercera de las etapas, correspondiente con la Antigüedad Tardía, es una fase en la que -siguiendo con la tendencia iniciada a finales del S. III d. E.- el hábito de inscribir imprecaciones cae irremediablemente en desuso. Curiosamente, los escasos testimonios documentados en este periodo pueden localizarse tanto en yacimientos aislados (como en Dax, El Plantonal, Giuncalzu, etc.), como concentrados en determinados centros de importancia. Entre estos últimos, los santuarios británicos de Bath y Uley mantendrán todavía una importante actividad, que se verá acompañada por ciertos hallazgos aislados en el tercio sur de la isla. Por otra parte, a estos santuarios se sumarán nuevos centros, como el de Rom (donde en el interior de un pozo fueron halladas una cuarentena de plomos aparentemente anepígrafos) y Roma (de la que proceden dos importantes conjuntos: el descubierto en el santuario dedicado a la antigua diosa Anna Perenna y el de las llamadas defixiones ¿sethianas¿, halladas en un columbario próximo a Porta San Sebastiano). Hacia el cambio de centuria, un nuevo centro eclosionará en el anfiteatro de Trier, en cuyo sótano fueron depositadas una treintena de tabellae. Con todo, y como se ha mencionado previamente, la práctica de redactar defixiones parece caer en desuso, hasta tal punto que sólo un 16% de las piezas se datan en esta cronología.

      BIBLIOGRAFÍA (FUNDAMENTAL) Audollent, A. Defixionum Tabellae. Quotquot innotuerunt tam in graecis orientis quem in totius occidentis partibus praeter atticas, París, 1904. Faraone, Ch. A. y Obbink, D., Magika Hiera. Ancient Greek Magic and Religion, New York- Oxford, 1991.

      Gordon, R. y Marco Simón, F. Magical Practices in the Latin West, Papers from the International Conference held at the University of Zaragoza 30 Sept-1 Oct 2005, Col. Religions in the Roman World, Vol. 168, Brill, Leiden-Boston, 2010.

      Kropp, A. Magische Sprachverwendung in vulgärlateinischen Fluchtafeln (defixiones); Gunter Narr Verlag Tübingen, 2008.


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