En Canarias se dio uno de los fenómenos más singulares de la historia de Castilla en la Baja Edad Media. Es el caso del acceso a los cargos de poder político por parte de personas sin especial tradición aristocrática, es decir, pertenecientes al pueblo llano, sin una preparación específica y sin otro mérito que el de ser conquistador o poblador temprano de las islas. En el corto espacio de apenas dos generaciones se creó una élite de poder político y económico que desarrolló los instrumentos necesarios para perpetuarse en la posición dominante, y que, sin ser completamente cerrada, estuvo lo suficientemente cohesionada para conformar el germen de lo que sería la nobleza local en los siglos XVII y XVIII.
El período histórico a estudiar parte del momento final de la conquista, 1483 para Gran Canaria, y finalizará en los primeros años de la actuación de la Real Audiencia, en torno a 1531, momento que se caracteriza por que los gobernadores ya no serán la única instancia de mando judicial y político, ya que tendrán que compartirlo con la mencionada Audiencia, y porque los grupos dominantes ya se han consolidado y perpetuado al menos en una generación.
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