La actividad minera es la base imprescindible del desarrollo del resto de la actividad industrial. Sin embargo, la sociedad la percibe como gran generadora de impacto sobre el medio natural, lo que provoca rechazo por parte del entorno. Ciertamente las explotaciones mineras son fuertes consumidoras de energía además de generar un importante impacto ambiental debido a la gran superficie de terreno que ocupan. No obstante, esta actividad se puede considerar limitada en el tiempo.
Aunque a nivel global ya está extendida la evaluación del impacto ambiental de la actividad minera, es preciso ir más allá y mantener un enfoque de desarrollo sostenible con una perspectiva de pensamiento de ciclo de vida o de cadena de producto, que valore los beneficios o perjuicios a lo largo de todo el proceso, del diseño al cierre.
Este trabajo parte de la consideración de la producción de relaves como uno de los impactos más severos y trascendentes de la actividad minera y persigue determinar la solución óptima de gestión de los mismos en pro de un desarrollo sostenible que permita seguir produciendo dichas materias primas con la mínima afección al entorno.
Dadas las dificultades de expresar la sostenibilidad, en este trabajo se realiza un análisis que considere las metodologías más ampliamente establecidas: Análisis de Ciclo de Vida, Huella Hídrica y Análisis de Riesgos.
La metodología de Análisis de Ciclo de Vida se presenta como una herramienta de evaluación de impacto holística, capaz de atender a una gran variedad de categorías de impactos. Sin embargo, se conoce que, como modelo que es, es una simplificación de la realidad, haciéndose necesario un examen más exhaustivo. Para ello se complementa la evaluación con un estudio de las Huellas Hídrica y de Carbono, por ser indicadores sencillos, muy extendidos en la sociedad y estar muy ligados a las principales categorías de impacto.
Los enfoques anteriores se completan con un Análisis de Riesgos según la metodología AMFE que trata los aspectos concernientes al riesgo del método escogido.
Para valorar las distintas alternativas se generan tres escenarios: - Relaves fluidos.
- Relaves espesados o “paste” y, finalmente, - Relaves secos, procedentes de filtración.
Tras la realización del ACV se comprueba que las principales categorías de impacto son el uso de la energía y su consecuente consumo de recursos fósiles y emisiones, así como el uso del suelo, aspectos que aportan tanto al valor final que el resto del inventario llega a ser irrelevante.
Utilizando la metodología ReCiPe se determina la importancia del espacio ocupado en el caso de los relaves sin tratar, la mayor relevancia del coste energético en el caso del transporte de espesados y el ahorro de espacio e incluso energético en el caso de los filtrados.
Sobre todos ellos se realiza un análisis de sensibilidad que evidencia la importancia sobre el resultado de la valoración del uso del suelo, el tipo de energía utilizado y la ubicación de la planta de espesado.
Se valora de forma complementaria la Huella Hídrica, dado que el agua es otra pieza clave. La perspectiva de Ciclo de Vida tiene en cuenta toda el agua que se requiere a lo largo de las diferentes etapas de cada uno de los elementos del sistema, incluyendo por ejemplo el consumo necesario para la producción de energía. La influencia de la metodología utilizada se hace evidente cuando se realiza la Huella Hídrica con un enfoque completo de Análisis de Ciclo de Vida, según la norma 14046. La aplicación del enfoque de Hoekstra proporciona impactos significativamente menores en cada uno de los escenarios e incluso altera su orden de importancia.
Finalmente, se realiza un Análisis de Riesgos, ratificando la idoneidad del filtrado como opción más segura.
Por último, a partir del análisis de las tres formas de gestión se diseña un conjunto de indicadores complementarios de sostenibilidad para dar cobertura a todos los posibles impactos.
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