Se acomete el estudio de la vida y obra científica del psiquiatra y novelista venezolano Francisco Herrera Luque, quien ejerce al día de hoy una influencia notable en la cultura de su país, fundamentalmente en su calidad de narrador, en razón, entre otras cosas, del tono histórico de sus obras. Se estudian en profundidad las bases psiquiátricas sobre las que sostenía su planteamiento, y se estudian con rigor los fundamentos de éste, incluyendo su relación con su maestro, el conocido psiquiatra valenciano Juan José López Ibor. Se encuentra que su planteamiento tiene fuertes raíces hereditaristas, pero su concepción peca de premedeliana, en función del nulo papel activo que le otorga a la carga genética de la mujer. Se analiza el tema clave de la propuesta de Herrera Luque, como es el concepto de sobrecarga psicopática y el de personalidad psicopática, y se concluye que Herrera Luque, en línea con su profesión de médico-psiquiatra, quiso hacer un diagnóstico de la personalidad del pueblo venezolano, desde unas coordenadas que se movieron entre el pesimismo matizado y el fatalismo más nihilista, en función de sus avatares y sus circunstancias personales. Para él, la historia de toda Hispanoamérica es una historia detenida, donde la personalidad básica de sus habitantes no ha cambiado de manera sustancial a lo largo de los siglos.
Al detenerse el trabajo en el planteamiento del autor, se detalla su atribución de un papel genésico de los nuevos pueblos, que se originaron en ese proceso, únicamente al conquistador varón de los primeros años de la conquista española de América. Se analiza entonces cómo para él las raíces del actual e indefinido fracaso nacional -no sólo venezolano, sino latinoamericano en general- se encuentra en la "selección natural de siete siglos", los de la guerra de reconquista española, haciendo un uso muy sui generis -y erróneo, por lo demás- del concepto darwinista. En tal selección se habría escogido las personalidades más trastornadas y los comportamientos socialmente más agresivos y negativos, y éste habría sido el aporte de España, y por su intermedio, Europa, a América. Se concluye que el tono de la propuesta de Herrera Luque es profundamente decimonónico, y esto incluye trazas de degeracionismo fin de siècle, y razonamientos que lo emparentan con la eugenesia negativa, aunque siempre dentro de márgenes y referencias muy personales, pues el núcleo duro de su terapéutica social se detiene en reclamar mano dura al transgresor de la ley, más represión, leyes draconianas, y una difusa recurrencia a una "educación enérgica", que nunca detalló (aunque es cierto que en alguna entrevista a un diario venezolano, hacia el final de su vida, se decantó por pedir la pena de muerte, en un país tradicionalmente opuesto a ella).
Además, se le encuentra un profundo contacto con el positivismo del siglo XIX en su versión americana, con su insistencia en la problemática de la población y sus cualidades y calidades. De modo que se establece que Herrera Luque refleja una profunda incomodidad con el mestizaje amerizano, y sobre todo con la mezcla conquistador español-mujer indígena, donde el papel de ésta en la mezcla es pasivo, por haber sido violada sistemáticamente, o bien se entregó de manera consciente -pero sólo receptivamente- al recién llegado.
En la investigación se contó con el uso de fuentes primarias que no habían sido estudiadas hasta ahora, como trabajos de ascenso suyos para el escalafón universitario, o bien la transcripción de una entrevista con el periodista Soler Serrano para la TV venezolana de 1983, o la biografía oficial escrita por el crítico venezolano Roberto José Lovera De Sola (fechada en 2001, e inédita aún al día de hoy), a más de entrevistas personales, entre otros, a su viuda y a su biógrafo.
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