La intención inicial de este estudio fue analizar cómo Hannah Arendt concibe el bien y el mal, dos conceptos centrales en su pensamiento, presentes desde sus primeros trabajos, y cómo el camino de la verdad le lleva a afirmar que a diferencia de lo sostenido durante años solo el bien puede ser radical.
El primer capítulo aborda la génesis de las preguntas e intereses filosóficos de Hannah Arendt que constituyen el germen de su teoría política y sobre los que reflexiona hasta el final de su vida. En su tesis doctoral revela un amor y preocupación auténtica por el mundo, el deseo de entender para poder reconciliarse con la realidad. Se ofrece además el marco intelectual e histórico marcadamente existencialista en el que cristalizan sus conceptos más conocidos: pluralidad y la natalidad.
El segundo capítulo expone y caracteriza la acción auténticamente política por la que el agente emerge como bios politikos verdaderamente preocupado por el mundo. El mapa conceptual de Arendt incluye la distinción de las esferas pública y privada, la tensión entre igualdad y diferencia o singularidad, como condición sine qua non para una pluralidad y natalidad acorde con la condición humana. Como se muestra en la tesis, la acción debe ser entendida como performance, pura actualidad, irreversible e impredecible. Se presta especial atención a dos formas de transformación de la acción, la promesa y el perdón; con ellas se introduce ya la problemática del mal radical, imperdonable e incomprensible. Completa el examen de la acción humana su relación con la voluntad y la libertad.
El tercer capítulo dibuja el itinerario de Arendt desde el reconocimiento del mal radical a la formulación de la banalidad del mal. Se ofrece el pensamiento que está detrás de la formulación de su expresión: la banalidad del mal. Se examinan los errores de comprensión que propiciaron un debate doloroso para Arendt.
El cuarto capítulo expone cómo para Arendt el mal no es un lo irracional, lo que escapa al pensamiento. Su empeño por pensar lo aparentemente impensable le llevó a revisar sus propias tesis, a tratar de entender mejor la naturaleza del mal y por qué fue el centro de tantos debates. El pensar sobre el ser y el amor a la verdad aparecen como los impulsos vitales de la propia Arendt y, desde ella, como los rasgos ontológicos, distintivos de la condición humana que le confieren su dignidad y responsabilidad moral. Así Arendt que vivió inmersa en debates y polémicas, consideraba que el mal radical tiene su origen en la irreflexión.
Una vez establecida la conexión entre el mal radical y la irreflexión, Arendt dedicó varios trabajos a defender la verdad sobre los hechos, factual truths que hacen del ser humano un truthteller. Como se muestra en el último capítulo, Arendt reflexionó sobre la necesidad de entender y contar la verdad y sobre la dificultad de aceptar las verdades sobre hechos que ella había expuesto en medio de la polémica. A lo largo del capítulo se examinan las condiciones para acoger la verdad, y para su exposición pública. Sócrates es la contrafigura de Eichmann, que actuó como lo hizo por no pensar, según Arendt. El socratismo de Arendt permite entender su amor a la verdad y sus reflexiones sobre el juicio del espectador que como tal está en una posición mejor para juzgar.
El último capitulo muestra cómo Arendt llega a la tesis de que solo el bien es radical. Comienza con un análisis del concepto de bien, presente en el primer trabajo de Arendt sobre san Agustín y constante a lo largo de todo su viaje filosófico. En este capítulo se muestra la íntima correlación del bien con las categorías antropológicas de natalidad, pluralidad y acción correcta. Arendt subraya el no ser del mal, mientras que el bien se corresponde con lo real, con el ser. La ontología arendtiana culmina en la fórmula del bien radical. La tesis ofrece unas conclusiones derivadas que se incluye con una extensa y diferenciada bibliografia sobre Hannah Arendt.
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