El doble sentido de la imagen significa un cambio conceptual: una configuración visual se transforma en otra, revelando nuevas características sobre un mismo referente. En la animación este cambio se demuestra al representar un movimiento de personaje, elementos de su entorno o bien variando el punto de vista de la acción.
La ambigüedad de la imagen animada es mayor cuanto más se distancia del realismo cinematográfico, destacando las cualidades creativas de este medio: los cambios expresados evocan una retórica visual cuando traza paralelismos entre seres y objetos dispares mediante cualquier analogía de forma o función.
Por otra parte la animación establece frecuentemente diálogos intertextuales con el espectador, rompiendo los límites de la ficción y llamando la atención sobre sí misma como artificio: la animación se convierte así en el espacio donde tiene cabida cualquier evolución formal.
Los equívocos visuales y metamorfosis que son posibles mediante la animación han aportado al conjunto del lenguaje audiovisual nuevas alternativas al montaje convencional, por medio de desestabilizar las clásicas relaciones de tiempo, espacio e identidad en el curso de las elipsis narrativas.
La ambigüedad de la imagen animada también se relaciona con el doble sentido del relato en su totalidad, desvelándose su verdadero sentido al llegar al desenlace.
Esta estrategia sigue fórmulas escenográficas de notoria originalidad en el cortometraje de animación de autor, como también proyecta su influencia sobre diferentes manifestaciones del cine de imagen real -desde largometrajes de ficción hasta el espot publicitario o el vídeo musical-. Tal interacción se aprecia tanto a nivel narrativo como de representación del movimiento: cuando las nuevas tecnologías hacen que los entornos y actores reales se comporten de manera tan dúctil como un dibujo animado las fronteras entre ambos medios se disuelven, precisándose un
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