En la construcción de los muros resistentes de fachada, en el último tercio del siglo XIX, se introduce un cambio al ejecutar la hoja exterior con ladrillos prensados. Las fachadas que se habían construido con un único tipo de ladrillo, el llamado ordinario, se empiezan a ejecutar con dos tipos de ladrillos: el prensado para dejarlo visto al exterior, y el ordinario al interior.
El ladrillo prensado se empleaba para la cara exterior del muro por ser resistente a la intemperie, y tener mejor aspecto que el ordinario, ya que no presentaba descuadres ni alabeos importantes y tenía una variación de dimensiones muy pequeñas de unos a otros. Con este ladrillo se pudo ejecutar el aparejo de tizones con gran regularidad y con juntas a hueso, ya que la argamasa se alojaba en los rebajes que presentaban los ladrillos en las tablas.
En estas fachadas de ladrillo al descubierto se empiezan a trazar complejas ornamentaciones basadas en el aparejo de tizones y en el ladrillo. En un principio, la ornamentación se diseña respetando la trabazón del muro de ladrillo pero, poco a poco, se van introduciendo elementos ornamentales que rompen la trabazón y diminuyen la capacidad portante de la hoja exterior de ladrillo prensado, cobrando más importancia el aspecto ornamental. La hoja exterior acaba por ser considerada y ejecutada como un revestimiento del muro mientras que la hoja interior, de ladrillo ordinario, es la resistente, con un espesor de 1/2 esta siendo un claro antecedente de las fachadas de ladrillo visto actuales de dos hojas en la que la exterior se ejecuta con ladrillo cara vista.
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